Cogida por un viejo 3

Golpeo una cachetada que en realidad pego en la sien de la mujer, la nena nuevamente se sintió intimidada. Tenía que volver dominarla, atacar los puntos débiles y precisos. Empezó a escrudiñar con su lengua las orejas de la chiquilla, el cuello y por supuesto la cara. La nena apretaba los labios, cuando este busco besar su boca. No tenía ánimos precisos, sentía más incomodidad que cualquier ápice de placer. Aquel metió un par de dedos en su descubierta vagina, pues aún no había encontrado su tanga. Sintió como esos dedos escarbaban en su interior y, dado su elaborado cuerpo dispuesto a la sensibilidad, empezó a sentir cosquilleos cruciales que la nublaron en la fuerza que ejercía su accesible resistencia.


Candelario noto ese efecto y ataco con mayor precisión el lugar donde escrudiñaba, generándole respiraciones muy diferentes y muy reconocibles, características de un sopor extasiado. La nena empezó a cerrar los ojos, a apretar los labios cuando este quería besarla. Mas al sentir el contacto indeseado, pero en el punto correcto, abrió la boca y dejo escapar un gemido el cual no buscaba acallar, dadas las circunstancias con las que ya había compartido con este infausto hombre. Nuevamente sintió un rico apretón y luego otro, pero seguía negándose, trataba de patalear, de ejerces resistencia, pero sus orgasmos la habían debilitado.

 

En un momento, en el que había abierto los labios y se disponía a reclamar, fue asaltada por el sucio beso del amante que la sujetó fuertemente la cara para que esta no se moviera. Casandra recibió aquel beso absorta e indispuesta, aunque basto un dedeo más para que su lengua dispusiera ese juego lingual, propia de un beso sucio pero apasionado.

 

A pesar de denotar la indisposición de la colegiala, aquella escena demostraba lo contrario: el bulto foto, tan solo cubierto con su pantalón, con su barriga deforme y flácida, sobre el cuerpo de una escultural jovencita, que apoyaba sus manitas en el absurdo y escuálido pecho del hombre, con su falda subida por encima de sus muslos, una regordeta mano esculcaba bajo esta prenda, masturbándola, ambos besándose...

 

 

 

Bien sabía que estaba lejos de sentir lo mismo que hace rato, pero que inminentemente lo sentiría si se dejaba llevar, pero no debía. En su interior, las palpitaciones cansadas querían aparecer, no tanto porque el viejo supiese donde dedear, era más por la conveniente disposición natural del sensible cuerpo de Casandrita.

 

Ella, en algún momento y escapando del beso no consentido, vio una figura postrada sobre la puerta. Era otro hombre, que estaba con un celular, capturando el momento en el que ella. El tipo miraba con ojos grotescos, vestía un pantalón sucio al igual que la camisa, cubiertas de negras, rojas y cafecinas manchas, masturbándose el bulto por encima del pantalón. Esto la alarmo. Creyó era un intruso y rápidamente exclamo:

 

- ¡Don Cande! ¡Un... un...!

 

 

 

Ella dudaba como referirse a ese sujeto. La estatura no era propia la de un hombre normal, ni la de ella. Era mucho más bajo que el mismo Candelario, siendo este un hombre de corta estatura. Aquel vendría llegándole apenas al ombligo de la hermosa nena, es decir, aquel era un enano.

- ¡Don Cand...! -volvió a gritar la chica que era interrumpida por otro besuqueo.


Ella volvió a mirar, aquel se acercaba y examinaba la escena, tratando de encontrar los mejores ángulos que estaba captando.

 

Candelario se separó de ella cuando el diminuto hombre expreso un 'ya'.

 
- ¿Ya? -consulto absurdamente el viejo semidesnudo.

 
-Si cabron. Ora a lo mío.

 

Candelario desdeño el comentario de su amigo, se incorporó frente a la incrédula y desconcertada chiquilla, que apenas.se recuperaba de los magreos, ante la inminente explicación que debería dar.

 

-Mira chiquilla. Te presento al buen Chimino. Un buen amigo. Y pos... acá al amigo pos... quiere un rato contigo. Y como yo soy rebuena gente pues le di un chance.

 
La nena no podía creer lo que estaba escuchando. Miraba a Candelario, después al hombrecillo y viceversa, buscando la explicación, la vacilación de todo ello.


- ¡Namas un ratito eh cabron! -establecía Candelario al recién llegado.

 

-Oiga... No... Yo... Yo tengo que irme. Yo no...

 

 

 

- ¿Ah no? -dijo burlonamente hacia la chica. -Enséñale a esta...

 

 

 

Aquel le mostro el celular a la despavorida chica, que contemplaba las imágenes y un video de su recién besuqueo con Candelario. Si bien no tenía una gran nitidez, bien se podía figurar su rostro, que era lo que más le preocupo. Tal vez en la imagen a ella se le veía forzada, pero bien se notaba como se le veía inhábil ante los besos, como si estuviese disfrutándolos. Además de que ella siendo la única en ese lugar, se sentía bien identificada por esas ropas básicamente, más por ella misma que por alguna otra persona ajena que seguramente tardaría en reconocerla. Mas sus miedos le hacían volverse vulnerable. Ahora luchar contra dos le era plenamente imposible, tenía la cabeza caliente y el actuar con más temple no era algo practico para ella en este momento.

 

 

 

Escuchaba, sin más remedio y con distancia comprensiva, las explicaciones de Candelario, no sin antes amenazarla recalcadamente con enseñarles tales fotografías a Marcelino más que nada. Y no solo eso, Candelario fue más allá al mencionar que incluso esta evidencia llegaría a manos de los padres de, la nena, que, si bien no los conocían, sería cuestión de una pequeña investigación para dar con esa información. Esto último resigno a la atribulada, muchachita, perdida en sus, pensamientos, arrepentida de haberse portado bien, de haber cedido y de malditamente haber disfrutado.

 

 

 

 

 

Casandra no dijo nada, realmente no podía rebatir, su actitud condescendía cualquier determinación, aun cuando era en su contra; estaba tan vulnerable como chantajeada, a pesar de la lividez del mismo, su débil carácter en una situación así la desalentaban. Permanecía de pie, en medio de ambos, con la mirada cabizbaja, aun con esos ojitos brillosos que acercaban a las lágrimas, esa nariz perfecta, esos labios que no habían perdido su brillo, todo un rostro atractivo, juvenil. Aun mostraba ese atuendo que le daban un aspecto morboso, sus zapatillas deportivas, esa fada cortita que mostraban sus carnosas y tersas piernas, su blusa que se ceñía primorosamente, dibujando los senos más encantadores e incitadores. Sin duda era una mujer de belleza en máxima definición y alcance providencial.

 

-Ssss… Mira todo lo que te vas a comer chiquitita, jejeje -había hablado Faustino, agarrándose el bulto expreso por encima de sus pantalones con una expresión desesperada y lasciva.

 

Casandra bien noto aquel bulto y le sorprendía que tan diminuta persona pudiera dibujar algo enorme, aunque bien podría ser parte de sus exageraciones. Ella reaccionó cuando sintió que una mano la tentaba por detrás, recorriéndole la espalda llegando hasta el inicio de sus nalgas, pretendiendo llegar por debajo de la falda, cosa que sucedió, pues en minutos ya jugaban con su descubierto trasero y hurgaban en ese su orificio en medio de estas montañas carnales.

 

Ella se concentró después en Faustino que empezaba a desnudarse de manera rápida, desesperada pero sufrida para la chica. Primero se quitó una sucia playera que pretendía ser de color blanca, denotando lo bastante ventrudo que era para su estatura, tenía una barriga bastante grande, desproporcionada dado el tamaño de su tronco, que prácticamente lo mantenía hacia adelante, dando la impresión d que concebía un embarazo. El tipo era lampiño, conservaba un color de piel bastante opaco, sin llegar a ser obscuro, demasiadas tesituras marcadas en su piel, se notaba que era un hombre de edad madura, quizás no tanta como la de Candelario, pero daba lo mismo. Tenía unas tetillas oblicuas, manchas coronadas por unos pezones peludos, al igual que sus axilas. Brazos cortos pero muy anchos y fuertes. Cuando se quitó el pantalón, fue igual de escabrosa la imagen; una piernas anchas, aunque cortas, las rodillas bastante marcadas y resecas, las piernas peludas acrecentándose todo ese bello conforme se iba acercando a la base de una verga, que si no tan larga, sí que era bastante engrosada, muy oscura y bien defendida por un más de marañosos vellos, gruesos y crespos.

 

Creía entender el porque Candelario se refería a él como cabezón; realmente tenía un cráneo bastante más grande que el resto de su cuerpo, solo comparado con el tamaño de su barriga. La cara del tal Faustino era la de un tipo ensordecido, desquiciadamente emocionado. Tenía una nariz corta pero achatada, todo el cuello abotagado y lleno de curiosas manchas, mejillas abombadas que despedían una barba recién cortada, cejijunto, unos ojos grandes, unos labios de igual tenor y un escaso pelo muy mal ondulado que portaba todo desmarañado, reseco y muy grisáceo.

 

Candelario hacía lo propio, quitándose lo único que se podía quitar, sus sucios pantalones. Pronto le arranco la blusa, dejándola solamente con ese sostén y la corta falda.

 

-Tu flojita y cooperando. Vas a ver como la vas a gozar otra vez, jejeje.

 

Faustino al ver tan despampanante cuerpo semidesnudo, se pelaba la verga a una velocidad exagerada, que expresaba más que su emoción, su desesperación por poseerla, emitiendo una sonrisa enfermiza, aunque picaresca dadas sus grotescas facciones, mostrando una dentadura completa, aunque bastante desalineada, dada su deforme mandíbula.

 

-Qué bonita morrita- dijo el enano, acercándose al delicado cuerpo juvenil, poniendo una de sus arrugadas manos en los muslos de la joven, que así vez se hizo para atrás por la repulsión que sentía de forma natural, pero tan solo logrando chocar contra Candelario, sintiendo la enhiesta erección que el otro ya asumía.

 

Este último tomó a la nena de la nuca y se abalanzó sobre sus tiernos labios de forma desesperada, besándola con esa torpeza característica, pero con mucho fervor. Al mismo tiempo, el enano lamía las piernas de Margarita, metía sus manos por debajo de la falda, descubriendo esa atrayente desnudez. Casandra hizo por cerrar las piernas y al mismo tiempo la boca, pero era completamente inútil, sus extremidades eran insuficientes para repeler tan indeseadas caricias. Permaneció quieta, ya se había resignado, esperando a que todo esto pasara rápido.

 

Candelario se separó del ardiente beso, más por el reclamo de su amigo que pedía parte en la acción, cosa que al viejo poco le importaba. Sus ladeados labios se veían humectados por la juventud que expedía aquella jovencita. Casandra mostro el gesto que atribuía le había gustado ese beso, dado que con su lengüita recorrió el contorno de sus labios, recorriendo la asquerosa saliva que se escurría. Faustino seguía en la imperiosa labor de lamer y lamer cada centímetro de blanca y tersa piel, accesibles en esas juveniles piernas; su lengua resbalaba cual gusano vil y nauseabundo que dependía de ello para sobrevivir.

 

Candelario atoró sus dedos en el sostén de la chica, quitándoselo prácticamente de un solo movimiento, liberando ese par de esféricos atributos dignos para amamantar. El viejo Pancho, hacia una seña negativa a su desesperado amigo, que insistía en querer tocarla apenas la había visto empelotada. El viejo se abalanzó sobre los paraditos pezones que expedían un brillo espectacular. Con una mano amasaba uno de ellos y con su boca chupaba el otro indefenso. Casandra sentía cierto nivel de placer, al estar sobre ella dos babosas lenguas, manipulándola, jugando con su cuerpo, olvidándose de la naturaleza de aquellos quienes la sentían, cerrando los ojos. Indecisa que hacer con sus manos, acariciaba su cabello, apretaba los labios, queriendo evitar que se escapase ese gemido revelador.

 

Faustino, rápidamente, se metía sobre esa falda, tenía la facilidad para ello, alzándose apenas un poco, para esculcar con su lengua el abandonado culito de la colegiala.

 

Candelario se separó de ella, instando a su compañero a que hiciera lo mismo, exponiendo a la par, sus asquerosas y malolientes atributos, una más larga que la otra, en cuanto al grosor eran prácticamente indiferenciables.

 

-Ora si mamasita, mámalas- ordenó Candelario.

 

Casandra veía esos dos trozos apuntándola de forma amenazante, intemperantes, bombeando de manera poderosa, pareciendo querer reventarse a punzadas. Le sorprendía de Candelario pues recién había tenido una rica faena con él y ya estaba recuperado. Por el otro lado, desmeritarle por la estatura sería un error para ella, aquel miembro estaba potente y rígido, aunque su portador era sencillamente horripilante para poder alabarlo tan solo por eso, pensaba Casandrita.

 

Los hermosos ojitos de la colegiala aun examinaban con timidez natural aquellas adefecias formas. Su boca temblaba, se deformaba de forma sensual. Percibía los aromas bestiales, tremendamente fuertes y asquerosos, pero muy térmicos. En su cuerpo recorrían vapores deliciosos que subyacían la evidencia antiestética. Así que se dispuso a arrodillarse, nuevamente sentía el rugoso suelo bajo sus rodillas. Una vez en posición, acomodándose el largo cabello hacia atrás, en una cuestión muy selectiva, su manita derecha se levantó y se aferró a la verga de Candelario; podía sentir las pulsaciones en su sensible mano. Acercó tímidamente sus labios y ya sin pensarlo demasiado la engulló, sabia como hacerlo, pero resultaba verse de manera tan golosa y ahí la retuvo por un buen lapso. En su atribulada mente, as cosas no estaban tan claras, pero ya no admitía auto conmiseraciones, tan solo se dedicaba a trabajar los estímulos lúbricos que a ella tanto le costaba detener. Entonces, sin mostrar ningún tipo de asco, a ese tipo que prácticamente la secuestró y que se había portado con ella como el peor de los patanes a esa especie de verdugo suyo y con quien había disfrutado recién, comenzó a mover su humedecida lengua, de forma delicada, por todo el contorno de la apestosa cabeza de ese descomedido instrumento genital.

 

-Ooofff…-exclamaba el viejo que descubría lo bien que se sentía, incluso pensando en porque ella no lo había hecho desde esa primera incursión.

 

-Acá hay otra mamasota –pronuncio con avidez un desarticulado Faustino.

 

Casandra escuchó, pero no volteo a verle. Busco esa verga, pero quiso buscarla a la misma altura que la de Candelario, encontrándose con la cara de Faustino, comprendiendo las limitantes físicas del enano. Así que, a simple tacto, fue bajando poco a poco, recorriendo los crudos relieves del hombrecillo, encontrándose con ese reseco cuero que cubría su abultado estómago, encontrando esa maraña de pelos e inminentemente, el grosor potente que este manejaba. Comenzó a masturbarle, de dicha erección escurría una gran cantidad de líquido pre seminal, viscoso, aunque realmente pareciera que estuviese orinándose.

 

-Aaaaaahhhhh, que rico la sobas mamasota. Tremenda morrita, que manita… suavecita, suavecita… -exclamaba Faustino, que, con todo ese recorrido de esa mano izquierda, estaba mucho más extasiado, comprendiendo aquello como una caricia celestial que la nena le estaba brindando.

 

Casandra aún seguía en lo suyo. Su actividad cerebral aumentaba al tener que realizar dos maniobras, que a su vez alteraban su grado de temperatura carnal. La boca de la jovencita se inundaba inminentemente de líquido naturalmente desechado de la verga de Pancho. A veces era tanto que incapaz de mantener tal cantidad en su boca, que, para evitar ahogarse con la mismas, terminaba por tragarse esa salada secreción, a parte de las que escapaban por sus comisuras, sintiendo en su garganta como bajaba gran parte de este baboso líquido, atorándose un poco en su garganta debido a la propiedad viscosa, tragando un poco más de saliva para terminar de impulsar hacia su estómago todo aquello.

 

-Que rico la mama esta putita –decía el malsano chicharronero.

 

-Pos a ver, deja que me la chupe un rato. Ya me toca cabron.

 

Candelario, que muy a su pesar y la inconveniencia de seguir disfrutando ese trabajo lingual, sacó su verga de la boca de Margarita, de manera dificultosa, ya que la chica denotaba lo entretenida que estaba con ese trabajo mamatorio.

 

-Mámasela a ese pinche enanito, jejejejejejeje –mandaba Candelario hacia la agitada chica que tan solo hacía por ver aquellas feas figuras, flanqueando su hermoso cuerpo, a la espera de satisfacerse de ella, meneando la boca al sonreír con gusto excesivo, respirando pesadamente y mascullando palabras majaderas.

 

Así, Casandra pretendía hacer lo mismo que había hecho con Faustino, más la estatura de este hacía difícil la maniobra. Candelario se burló de su amigo, ordenándole que se subiera a la cama, para hacerle más fácil la tarea a la nena que había optado por agacharse. El tipo subió torpemente a la cama debido a sus extremidades, que el hecho de estar tan anchas por grasa acumulada hacia un más difícil la labor, pareciendo un bebe que usa pañales y pretende subir un peldaño. Candelario reía a carcajadas, definitivamente la escena era chusca, aun para Casandra, que también se componía a ver esas horrorosas pieles del hombrecillo que le causaban una especie de total desagrado, pero ya bien sabía que debía continuar. Una vez acomodado Faustino en la cama, Casandra fue acercándose poco a poco a él. Tenía cierto nivel de calentura, más la elevación de este se había detenido, Jamás en su vida, aun en sus mórbidas imaginaciones creyó compartir un espacio de lujuria con tan particular naturaleza de hombre.

 

Poco a poco llego hacia él, mientras contenía era una curiosidad a lo que causa temor, a eso que aun cuando más parezca repugnante más se consigue un morbo por el solo hecho de tantearlo. Un grito de Candelario para que se apurara la puso en alerta. Sus movimientos se agilizaron, como bien decía su padre: a mal paso, darle prisa. Toco el abultado estómago, palpando un absceso terrible en el costado izquierdo, de tipo varicoso, como delgadas entrañas quisieran escapar de su cuerpo. Eso era una imagen violenta para ella, pero decidió continuar. Tentó esa gruesa carnosidad que palpito violentamente apenas al contacto, tanto que hizo que ella retirase la mano por el aspaviento. Al no denotar algo más, volvió a tomarlo, esta vez cerca de la base, donde menos era posible para su manita circuncidar tremenda envergadura, rechoncha y arrugada, con un glande brilloso. Al intentar acercar su boca descubrió con el olfato esa peste esencial de una verga sucia. Le vio los pelos resecos que cubrían esa misma base, pelos ásperos y cafecinos. Nuevamente acerco su boca, esta vez, muy lentamente. Candelario la empujo, sin llegar a repegarla a este hombrecillo, detestaba la indecisión en la que había caído la nena. Faustino estaba apoyando sus cortos brazos sentado en la cama, contemplando la angelical cara que se enfrentaba a su orgullo carnal. Casandra sin pensarlo más acerco sus labios. Cerro los ojos y se metió el trozo del enano, empezando con recoger un grueso hilillo de líquido pre seminal que colgaba de este, hasta llegar al glande y enroscar su lengua alrededor suyo. Faustino aguanto estoico, apretando el mismo su verga; casi llega a correrse al sentir como tremendos labios le estaban humedeciendo la verga. La nena bien lo advirtió pues sentía como esa verga brincaba de emoción. Aquel, con esa constitución digna de espectáculo de circo de añejas décadas, parecía cual niño que recibe su regalo de cumpleaños, con una cara nada infantil, era de lo más grotesca, con los ojos más engrandecidos, apretando sus desalineados dientes, arañando las cobijas sobre las que estaba sentado.

 

-Mírala, pero que puta… se ve que te encanta la verga jajajaja –bufaba Candelario.

 

Casandra estaba ignorando tales denigrantes insultos, ya no tenía caso poner a defensa su dignidad. Estaba centrada en su labor, incluso se ayudaba masturbándose un poco, lo necesitaba hacer, bien le había servido para soportar el primer contacto que había tenido con Candelario. Era inminente que empezara a sentir ciertas cosas al estar estimulándose; de su boca al emitía ligeros gemidos, murmullos ligeros, sonidos succionadores y mojados, mientras meneaba su cabeza para realizar correctamente tales chupadas.

 

Al mismo tiempo procedía a masturbar la verga de Candelario, usando una de sus manos. Era un modo de distraerse; aquella gruesa verga despedía un olor bastante insalubre, como si este no se bañara, además, o era su turbada imaginación, tenía un olor muy raro, bastante salado y con olor de orines muy latente. Cerraba los ojos, tratando de que sus sentidos comenzaran a distorsionarse por completo para ser más pasadero el perturbado asalto a los mismos. Se relamía los labios cada vez que podía, sintiendo el salado sabor del líquido pre seminal. Para pasarla mejor pasaba su boca de un miembro a otro, ensalivándolos y mezclando dentro de ella el sabor hediondo de ambas vergas. De sus labios caían cantidades seria de saliva que mojaban sus blancas tetas, lubricándolas por así decirlo.

 

El par de afortunados, de figuras aberrantes, uno más que el otro, permanecían soportando el trabajo lingual de tan suculenta joven. Faustino acomodaba los mechones necios que caían sobre la frente de la chiquilla, acariciándole la cabeza al mismo tiempo. El otro seguía inmóvil, orgulloso, descansando sus manos en sus lonjas, equilibrándose con ello.

 

-Ha de saber bien rica la zorrita de esta morra- expreso Faustino.

 

-Jaja… allá tú si no aprovechas.

 

-Ah, como de que no. Échamela y vas a ver.

 

Casandra fue forzada a levantarse, aun cuando se tragaba la verga de Faustino, una vez más interrumpida. Fue acomodada sobre la cama, Candelario yacía tras ella, sosteniéndole los brazos, ordenándole que abriera las piernas que ella casi con docilidad hacía, mostrándole a Faustino tremenda panochita, exquisita, tierna y brillosa por sus fluidos femeninos. El pequeño sujeto de una se dejó enterrar su arrugada y gruesa cara en ese ángulo divino, clavando su boca en esa intima de la jovencita, que miraba las curiosas peripecias de ese aterrador ejemplar humano.

 

El robusto y corto sujeto, comenzó a lamerle de manera aterradoramente voraz la panchita de la joven, pasando su lengua por toda la extensión, que destellaba los hermosos pliegues juveniles, haciendo que Casandra comenzara a presentir el devenir de gemidos placenteros, que revelaban la facilidad para adquirirse en niveles de barata calentura. Debía admitir que ser devorada de esa manera era una forma muy asequible para lograr en ella un éxtasis superfluo.

 

-Que rico sabe mamasita. Luego luego se ve, que rica esta tu panochita… -Faustino fabricaba glutinosos sonidos al comerse el degustable sexo de la nena, con los labios mojados de los múltiples líquidos vaginales de Casandra.

 

Faustino enterraba su desabrida boca en los dibujados albores de esa jovial cueva femenina, impregnándola de sus babas y tratando devorar los jugos que escurrían de esta, que no concebía ninguna fecha que se pareciese al evento que ahora disfrutaba. Definitivamente comprendió que a ella le estaba gustando, por lo que emprendió una chupeteada más importante que las anteriores, como intentando succionar todo ese complejo aparato reproductor femenino. Entonces candelario, que estaba más al pendiente del tiempo por el que su amigo había pagado, insto a que este apurara si quería disfrutarla. Así que se acomodó entre las carnosas piernas de Casandrita con la intención de penetrarla.

 

La colegiala veía con ese existente terror como ese adefesio natural se le acercaba de apoco, acomodándose junto a ella y no solo eso, alcanzándola justo para llegar a su boca, recibiendo esos negros labios, realizando un malsano beso, sintiendo una larga lengua que la esculcaba casi queriendo llegar hasta su garganta, provocándole, además de el asco de sentir el ácido hedor de una boca poco aseada, ganas de vomitar. Era un auténtico reto soportar la repulsión que generaba un sujeto así.

 

Parecía que este hombre se estuviera comiendo esa boquita como si de ello dependiera su vida, incluso lamía como desesperado la tierna cara de la colegiala, humectándola con varias capas de saliva, que escurrían de ese hermoso rostro. Al tiempo, empezó a tallar su revestida verga sobre la humedad de la nena, movimientos oscilatorios que generaban lubricación en los muslos internos de la jovencita, compartiendo el inminente calor, generando ese puente lubrico entre los muy contrastantes cuerpos.

 

-Ora si morrita, a darle. Vas a sentir lo que es una rica verga en esa rica panochita –exclamaba el enano, a tan solo milímetros de la boca ya desaseada de la nena, por el evidente hecho de haberse introducido ahí un par de vergas.

 

La nena miraba con desdén, más que nada soportaba el aliento penetrante y fuerte que salía de esa boca infame, que habían jugado con la suya. Sus ojos se entreabrieron y finalmente tuvieron bien a expandirse cuando el asqueroso hombrecillo le había atravesado de un solo empujón esa gruesa verga, que gracias al trabajo previo de lubricación había resbalado muy bien. Sentía que gran cantidad de pelos se habían metido incluso, por una intensa sensación de cosquillas en las paredes limítrofes de su vagina. Aquello llegaba hasta lo más profundo que podía llegar, pero también la ensanchaban más de lo que había sentido con Candelario. Aquel con todo y sus limitantes para moverse con buen estilo, empezó a menearse, incluso pareciera que se estuviera meciendo sobre la anatomía de Casandra, ya que sus pies de pronto quedaban fuera de su base de apoyo, cuando intentaba tomar vuelo y embestir a esa voluptuosa y perfecta anatomía de la colegiala.

 

-Siii… Siiiiiii… Siiiiiiiiiiii… Que riiiiiico…. Siii…. Ooooooh…. Que rica putita, como aprieta la canija…. Ahhhhh….

 

Casandra odio ver a ese decrepito sujeto, ese asqueroso rostro apagado y escaso de vitaminas o hierro, que jadeaba y realizaba sonidos bastantes perturbadores, profiriendo sonidos confundidos con su manera de respirar tan trepidante, esforzándose con mantener el ángulo preciso. Ella mostraba sus tiernos ojitos, cautivando al enano con su mirada tan inocente y altanera, que resistía sus propias reacciones, pero que desequilibraba al pobre Faustino.

 

El adusto hombrecillo vertía cantidades seria de sudor a través de sus múltiples poros, que recorrían el corto de su abultado cuerpo, escurriéndose hasta caer sobre el cuerpo de Casandrita.

 

-Hey ¿Te está gustando verdad chamaquita? –departió Candelario acercándose a la sensual mujer que mantenía los ojitos entrecerrados, moviéndose las bonitas y largas pestañas, y frunciendo el ceño, como si le doliera de repente. –¿Te gusta cómo te la mete este feo chaparro verdad? Eh, putita, ¿te gusta la verga de los enanos? Jajajajaja.

 

Casandrita preferiría ignorar tales cuestionamientos, estaba todavía apercibida de admitir tal calamidad.

 

-Jejejeje, mira nomas, como te lo estas disfrutando. Si ya decía yo, tu naciste pa comer verga, jajaja. Mira que coger con un par de culeros como nosotros… Jajaja…

 

-Mmmnoo… -trataba de replicar rápidamente la chica, tratando de rehuir al hecho irrefutable –ust… nooo…

 

-Jajaja… como de que no, jajaja… -exclamo atento el viejo chicharronero.

 

Ironicamente, la chica negaba con la cabeza, pues el sonido húmedo de aquel mete-saca y su respiración trémula la contradecían completamente.

 

- ¿Y porque estas tan mojada? –reclamo Candelario, con cara socarrona hacia la joven victima que preferia evadir cualquier mirada.

 

-Nooo… nooo… noommm… -dejo escucharse de entre las exhalaciones de la joven.

 

Faustino, en tanto, no paraba de penetrarla, alcanzando una habilidad admirable, dado lo limitado de su cuerpo, acumulándose en esa cavidad húmeda de Casandra una gran cantidad de sensaciones liquidas, por cada empuje que este le acomodaba, incluso bastante irreconocibles para el, pues vaya que resultaba ser la experiencia mas increíble de su miserable vida.

 

-Si mi vida, ya di que te gusta –intervino Faustino. –Mira nomas, si aprietas bien rico mi vida. Tas hasta sudando mamasota. Pa que te haces, a ti te encaaaaanta la verrrga miamorrr…

 

-Nooooo, no es así… ohm… aaayyy… nooo… por favooorrr

 

-Mírala, como brama como perrita, jajaja –declaro astutamente el enano que la comía con sus ojos saltones. -Jajaja… bien que te gusta. Tú me gustas un chorro. ¡Nunca había tenido a una morrita tan buenota como tuuu…!

 

Con esto último dicho el hombrecillo aceleró aún más sus turbios y aplicados movimientos. Casandra se delataba cada vez más, no podía competir contra la fuerza más adecuada para la situación. Las embestidas eran tan intensas y constantes, a pesar de las peripecias del enano, que parecía como si estuviera siendo cogida por una especie de máquina inagotable, aquel tan solo aumentaba y mantenía ese ritmo. Se escuchaba el característico golpeteo de ambas pieles al contactarse, los pujidos de dolor que soportaba esa jovencita, el presente placer a través de avergonzados gemido, la agravada voz flemática del enano que gemía gozosamente y la risa burlesca Candelario que disfrutaba como violentaban a tan hermosa jovencita.

 

La velocidad con la que el asombroso Faustino deslizaba la verga logro arrancarle los gustosos suspiros a la colegiala, mientras se apoyaba en la breve cintura de la nena. Rozaba apasionadamente el sensible y extasiado clítoris, haciéndola abrir los ojos, ya emitiendo gemidos de un carácter orgásmico, ya tan cerca del añorad clímax.

 

-Aaaaahhhh… que rico apretón –exclamo de repente el enano con sofoco y al límite posible –Pinche morra, aaaaahhh… puta… como aprietas…

 

-Aaahhhhh, aaahhhh… Mmmmm… - gritó de pronto la joven al borde del orgasmo, apretando los mulsos, tratando de deshacerse del pequeño cuerpo que la penetraba, mas prácticamente Candelario alentando a su socio.

 

-Dale chaparro, ya la tienes, ya la tienes… dale, dale duro cabron, que sepa quién manda… -secundaba Candelario disfrutando la evidente flaqueza pasional de la nena.

 

Aquello era una tortura demencial para el pequeño sujeto, buscaba distraer su mente para evitar ceder, trataba de pensar en cosas extrañas, horrendas, incluso aburridas, cualquier evento que fuera lo sufrientemente perturbador para no llegar a su propio clímax, pero que no fuera prejudicial para su erección; mas, para oportunidades como esta, es imprescindible estar preparado, y el definitivamente no lo estaba ni cerca.

 

- ¡Aaaahhhhh, hmmmm… hhhmmmm… me venggoooo, me venggoooooo! ¡Aaaaaaahhhhhhhmmmmmmm…!

 

Ese fue la exclamación que de pronto y sin mas atajos dio el hombrecillo. La chiquilla estaba en pleno trance orgásmico, apretando sus potentes piernas, contrayendo con sus músculos esa erección que la atravesaba, amenaza alterna para su perpetrador.

 

Por su parte, llevó uno de sus guangos brazos para afianzar de su espalda a la nena, picándole su pecho, podía notar la agudeza de los duros pezones, la suavidad de una mujer joven; la pareja estuvo unos minutos así.

 

El aun empalmado enano seguía con su verga bien escudriñada dentro de la chiquilla, para poco a poco volver a ponerse flojita y exhalar un prolongado suspiro.

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