Cogida por un viejo 2

Cielo Riveros se sentía extraña, pero lejos de ser molesta, la sensación era de lo más excitante. No pudo evitar la tentación de llevar su mamo a la entrepierna y empezar a acariciarse clítoris, sintiendo aquella polla caliente que embestía sus entrañas. Su espalda se encorvó aún más ante el placer de sentir aquella verga llenándola por completo. Estaba entregada por completo, dejo de besar al enano y hundió su babeado rostro en la sucia cama. Sus propios estímulos no tardaron en hacer que ella empezara a moverse ante cierta inanición, aplastando sus nalgas contra la pelvis para enterrar esa verga lo más profundamente posible.

El viejo definitivamente no esperaba esto. Veía levantados los hermosos glúteos sudados, aquella mujer entregada a él. Sentía el ambulo masturbatorio de la mujer cerca de su miembro, y el pretendiendo aguantar…

Cielo Riveros no pudo más, empezó a desbordarse en un orgasmo revelador, respirando entrecortadamente. Candelario no pudo evitar retrasar su eyaculación por más tiempo y termino por correrse dentro de ella, por más que apretó los dientes, que las venas de sus sienes querían desbordarse, esbozando una cara horrible, una cara de sufrimiento y resistencia, la resistencia que se necesita para disfrutar a una mujer como la que tenía a su disposición. Sentía que no tenía mucha necesidad de exprimir su propia verga, pues el interior de la mujer hacia ese delicioso trabajo, queriendo extraer la mayor cantidad posible de rancio semen. Aquello había sido un orgasmo largo e intenso.

En cuanto Candelario libero a la joven, esta cayo de bruces sobre la cama, rendida, satisfecha e impresionada. De pronto se sentía vacía. Notaba el palpitar de sus interiores, caliente, tratando de cerrarse sobre algo que ya no estaba. Entonces empezó a razonar y se dio cuenta estúpidamente que se habían venido en ella, con todo el riesgo que a futuro esto implicaba. Fue sacada de este pensamiento cuando Faustino se incorporó sonriente junto con ella, primero la acariciaba como consolándola, tentaba toda la piel desde sus nalgas hasta su rostro. Estaba cansado y sin embargo quería disfrutarla más. Quiso pasear, una vez más, su verga en la boca de la mujer, se había convertido en su peripecia favorita. Casandra reacciono ante el depravado pues estaba de a menos su interés por querer continuar. Volteo para otro lado, evitándole su cometido, pero el hombrecillo la tomo con violencia.

Candelario se había bajado de la cama, no sin antes limpiarse el resto de semen con la faldita de la chica, y ahora quitándose el sucio sudor de la frente.

-Nnnn… noooo… -exclamo tímidamente la jovencita.

El viejo chicharronero vio como Faustino ahora pretendía acomodarse detrás de ella, hurgando a la fuerza cerca del área anal de la joven.

 

- ¡No, no! Por ahí no –exclamo con susto la jovencita ante la terrible amenaza.

-Hey, viejo, tomanos unas fotos así, cabron –requisito el emocionado enano. –Has de apretar más rico por este agujerito, jajaja…

Candelario miro con lastima a la chica, además de que consideraba que cualquier intento anal él tendría que hacer primero.

- ¡Déjala cabron! –dijo el viejo con voz imperante.

-Ora tú, pos que…

-Te dije que la dejes, ya bájate de ahí. En lo que quedamos pendejo.

-Eeeh, perooo…

Por suerte para Cielo Riveros no trascendió nada, al menos no por ahora. Veía como los reclamos del viejo resultaban efectivos pues el enano bajo de la cama, mirándola con enojo y un terrible deseo. El chicharronero, tenía una furia contenida que a ella le daba un poco de miedo, un poco de repugnancia pues sus arrugas se hacían más notorias. Candelario seguía reclamándole al enano, incluso recordándole aquel “improperio digestivo” y algunos detalles de incidentes pasados y que solo ellos entendían, entre molestos griteríos, que tal vez escuchaban los que transcurrían afuera, y se ponía a pensar “¿Qué habrán escuchado?”

Ella notó, por supuesto, como Candelario había perdido su rigidez; lo veía terriblemente desnudo, esas formas anómalas, la verga gruesa a pesar de la perdida de la erección, ennegrecida por los crespos bellos que le daban un aspecto antihigiénico, pero claro eso ya no le importaba demasiado. Apenas puedo repasar al enano y sus formas aún más desagradables; este ya se vestía amenazado, sin dejar de mirarla a cada rato. Candelario opto por ponerse los pantalones. Como sea esto ya era buena señal para la joven.

Minutos después, Faustino ya se retiraba, dejando de forma exclusiva y apurada a Cielo Riveros unas últimas palabras de agradecimiento por el placer vivido, atreviéndose a preguntar cuando ‘se le volvía a hacer’. Candelario, con el enojo más que acumulado, agarro de algún sitio un viejo short para ponerse algo y apuro a sacar a su amigo, sin darle tiempo a la jovencita a que diera un ápice de contestación, que yacía sobre la cama, sentada, tapándose apenas con pudor casi inexistente, contemplando el curioso dialogo de sus ya nuevos amantes.

Ella ya se vestía por tercera vez en el día. Candelario hacía rato que no aparecía en el cuarto, seguía afuera y ella escuchaba las discusiones que pronto bajaban de tono y de pronto se oían carcajadas amistosas. Eso la alerto seriamente, por el hecho de que el enano pudiera convencer al viejo y que así quisieran volver a la acción y entonces otra vez ‘cogérsela’. Asomo por la ventana, viendo en el umbral de la puerta a la calle al par de horrendos sujetos. Se colocó a prisa el sostén, la blusa, dejando de lado su tanga; se limpiaba de la cara hasta su cuello algunos de los hilillos de líquido seminal que aun permanecían.

Limpiaba con las tiesas cobijas su culo y su vagina los restos de semen que aún seguían escurriéndole. Miraba perdida ese líquido entre blanquecino y amarillento, como queriendo analizarlo. Como consecuencia pronta de este improvisado aseo, empezó a pensar en las consecuencias obvias que le traería el haber permitido que ese par se hubiesen vaciado dentro de ella, no había reparado en eso, nunca imagino que su paseo por el centro de esta ciudad seria para tener una sesión de sexo casi consentido, no pretendía ni cerca ser madre, pero pensaba de pronto en la siempre oportuna alternativa de la píldora del día siguiente. Su mente maquinaba más y más resoluciones hasta que, sin darse cuenta, fue interrumpida.

- ¿Ya te vas mamasita?

Apenas recorrió la cortina que servía de puerta a la habitación, el viejo miraba a cielo entretenida en la limpieza de su intimidad, alzándose, con femenino gesto de delicadeza, la falda, exponiendo la ausencia de una prenda íntima. Esto le volvió a poner caliente y su pieza de carne enhiesta.

–¿Te rellenamos bien la panza verda? Yo y ese pinche duende, jajaja… En nueve meses vas a tener puros enanitos jajaja…

Cielo Riveros, se sobresaltó. Rápidamente dejo de limpiarse y se mantuvo quieta, dejando de lado el comentario burlon del añejo sujeto. Le miraba con ojos tiernos, a pesar de estar asustado, esa mirada única e inalienable en ella.

Aunque yo te eche los mocos primero, jejeje… -mencionaba mirando como la nena buscaba algo, finalmente se arrepentía y solo recogía su celular y su mochila.

-Ay mijita. No te quiero dejar ir…

Cielo Riveros prefirió ignorarle, le parecía como un comentario de resignación hasta que le vio acercarse y tomarla por la cintura.

-Estas muy rica, mi vida que no quiero que te vayas nunca de aquí.

-Pero… eeeen, en eso quedamos.

Los tiernos ojos de Cielo Riveros reaccionaron amenazados, tratando de dilucidar alguna salida, pues ya no tenía ganas de seguir ahí.

-Por favor, por favor, señor… quedamos en que…

-Ya, ya mamasita. –interrumpió los abruptas y naturales discrepancias de la jovencita, que miraba desesperada a todos lados, mientras la apretujo ligeramente a su cuerpo; ella no ponía la resistencia necesaria.

-Es que eres la mejor mujer que ha existido, mmm… -continúo diciéndole, clavándole un húmedo beso en el cuello.

-Señor, me tengo que ir…

Candelario sabía que eso era inminente, más en su cara se dibujaba más ansia y deseo que si hubiese sido un maniático descerebrado no lo hubiese pensado mucho y la hubiera amordazado y secuestrarla para tenerla por el resto de su vida. Pero no llegaba a tanto. Razono cuando ello emitió un quejido reclamante, así que se separó un poco para poder mirarla y continuar:

- ¿Por qué no te quedas otro ratito?

-Señor, por favor, usted me lo prometió.

-Ah como eres mija. Un cariñito más, que te cuesta. Mira. Yo te hice un buen favor al correr a ese condenado chaparro.

-Se lo agradezco, pero…

-Ora que lo puedo llamar y que te siga cogiendo… Y por el culito que parece que te tiene ganas por ahí jajaja…

-No, no, no… -exclamo la chica al ver que el viejo se dirigía a la puerta.

 

-Entons

-Por favor don Candelario, es que me urge irme, me están esperando en mi casa, ya es muy tarde –dijo con voz preocupante la mujer. –Yo puedo venir después…

-Como que no te creo, pero bueno… Mira, chúpame la verga y ahí la dejamos, ¿eh? Y dejamos lo otro para la próxima, ¿porque vas a venir verdad?

-Sí, sí, le prometo que vuelvo, pero…

-Nomas chúpamela y ya.

expreso  Cielo Riveros una mirada resignada, sabía que lo tenía que hacer. Su compostura ya no era perfecta, como la que tenía antes de entrar en ese cuartucho y encamarse con Candelario y Faustino.

-Está bien.

Cielo Riveros esta predispuesta, pero, aunque ligeramente nerviosa, ya no es por el asco que pudiese sentir cualquier mujer cuerda al intimar con semejante anodino, a estas alturas ella ya lo ha perdido. Candelario tomo asiento sobre la cama y separó las piernas cuando ella se arrodilló en el suelo entre ellas. Con sus manos, y sin pretenderlo seriamente, acaricio los muslos del viejo hasta llegar al short, el cual bajo con seguridad, con contundencia, sin vacilar en lo más mínimo, dejando el duro miembro a su alcance. Lo frotó un par de segundos con las dos manos. Entonces su cara adquirió una expresión golosa, al menos eso es lo que creía ver el viejo, para luego acercar sus juveniles labios. Estos se cerraban con suavidad sobre el sensible capullo. El tacto suave, cálido, carnoso y tierno se deslizaba poco a poco por todo el tronco, presionando con habilidad, mientras la lengua se aplicaba sobre el grande.

Candelario la tomo de su alborotado pero sedoso pelo, aunando en la chica la velocidad sobre esa polla. Con ese ritmo el peligro devendría en cuestión de minutos para el viejo, pero no quería que ella parase. El roce de esos labios le eran estremecedores, una boca caliente y húmeda que cobijaba con dulzura su tronco era algo que no podía desdeñar así de fácil.

La jovencita adoptaba ciertas sensaciones que querían estar de regreso, por lo que, arrodillada, separo un poco más sus rodillas, llevando su mano izquierda a su entrepierna para estimularse a sí misma, acometiendo una sincronía con su otra mano que la empleaba para pajear al chicharronero. Un par de dedos frotaban, forma circular, el clítoris húmedo de la chica, acelerando cada vez más.

El espectáculo era maravilloso para el viejo; el modo en que la metía entera a la boca, ya sin apresurarse como al principio, sin precipitaciones, con envidiable precisión. No le costaba trabajo estimular todas las terminaciones nerviosas de modo exacto, certero, sin que faltase ni sobrase nada. La mujer se estaba volviendo una experta total.

 

El viejo ralentizo por un momento las peripecias tomándola de sus sienes, porque no iba a durar mucho continuado así, y pretendía que todo ese precedente al orgasmo, delicioso e intenso, durase el mayor tiempo posible. Entonces ella se la saco de la boca y por primera vez le miraba a los ojos, creando un morbo increíble para el viejo, era la mujer de sus sueños, con esa carita soñadora y virginal, que dejaba ver sus bellos dientes y profundo de su garganta al sacarse su tranca mojada de esa boca, era sencillamente increíble que casi estuvo a punto de sucumbir.

 

Ella no sonrió, pero tampoco se veía molesta. Desvió la mirada, tal vez un poco avergonzada, más el viejo la capturo de nuevo al felicitarla por su desempeño, entre palabras soeces y suspiros placenteros. Ella se incorpora comprensivamente y acaricia otras partes de la amorfa anatomía, primero con sus manos, luego con sus labios; muy sensualmente besa la parte inferior del abultado abdomen y toda esa zona tan sensible alrededor de los genitales, pero sin tocarlos siquiera. Baja incluso hasta la parte interna de sus muslos.

 

Candelario arrastro una de sus manos hacia uno de los pezones, encontrándolo erizado e incluso palpitante, algo irreal, mas era lo que el percibía.

Momento después va de nuevo al ataque de esa verga indefensa. Él se prepara, suspira, cierra los ojos y siente otra vez su cálida saliva en contraste con su aliento un poco menos tibio. Saca la lengua y le da unos golpecitos a la punta con ella, luego la acaricia, la lame de arriba abajo y en círculos, ensalivándola bien, por inercia penetra levemente en el pequeño orificio por donde ya sale algo de fluido. Se introduce de nuevo el obscuro miembro en la cueva bucal, un viaje caliente y lóbrego, una delicia total para el sujeto, que sigue gimiendo dolorosamente; Casandra se hacía cada vez más experta.

Entonces el aprieta el pezón que aún no ha soltado, provocando un suave lamento en el interior de la boca de la chica, que retumbo en su miembro.

El cuello de Casandra se movió con más contundencia y su boca se aplicó con más energía. Aquello fue una chispa en un recorrido eléctrico que se fue a una de las piernas del viejo, temiendo que se pudiera con verter en un indeseado calambre, porque aquello había llegado hasta la punta de su pie, sintiendo que se le iba el cuerpo. Siente que no durara mucho más, que en un par de minutos explotara dentro de esa boca, por lo que el resto de su cuerpo comienza a estremecerse involuntariamente, sintiendo su verga chocar contra el paladar. Ella lo hace con más fuerza, ni siquiera puede sentir el rozar de sus dientes, el placer es sensacional.

Cuando parece que no hay vuelta atrás, ella se saca la verga de la boca, para retirarse de la lengua el incómodo vello púbico que ha viajado hasta su lengua. No está molesta, pues ella se detiene a mirarle las inquietas bolas para luego acariciárselas con sus manos, rascándolas ligeramente y, posteriormente, las engulle una a una pasándoles la lengua, incluso estando muy cerca de lograr un beso negro, pues, la aventura lingual de la mujer, transcurrió por los negros pliegues en toda esa área.

El desfile de desmedidas maniobras le tienen a mil, y ella parece disfrutarlo casi tanto como el, tal vez por el hecho de torturarle o simplemente una manía extraña que ha aprendido, encontrando placer mamando vergas.

De pronto empieza a sonar, desde el amasijo de cobijas sobre la cama, el característico sonido del móvil que reconoce Casandra. No sabe, si siquiera intuye quien es, pues sigue afanada engulléndose la polla del vejete.

El sonido del móvil se hacía presente una vez mas. Pero ella no hizo caso, a pesar de que estaba a su alcance. Candelario lo tomo por ella que no se daba cuenta hasta que el empezó a manipularlo. Ella rápidamente se lo quito.

- ¡Quien es!

-Un compañero–decía sosteniendo su celular esperando a que este dejara de sonar. –Le dije, que me estaban esperando…

-Ummta… Mándalo a la fregada.

Aquello dejo de sonar, pero pasando apenas unos cinco segundos volvía a retumbar el sonido que ya le era molesto al viejo chicharronero.

-Apaga esa chingadera…

El viejo quiso tomar el aparato, pero la chica se lo aparto de inmediato. El hecho de que aquello sonara con insistencia resulto en cierta pérdida de interés por seguir mamando la adusta verga. Aunque sentía la mirada amenazante del viejo que con la mirada le ordenaba que continuase con sus labores, ella pensó que tal vez la llamada era de algo importante, algo urgente que debía saber. Se apartó apenas un poco del viejo y oprimió el botón que atendía la llamada.

- ¿Hola? –consulto, en tono cordial, la aun arrodillada chica.

- Cielo Riveros, soy Armando. ¿Dónde estas? ¿Por qué no llegas? Hace rato me dijiste quince minutos y ya paso…

-Si. Si. Lo siento, es que me surgió un… contratiempo en casa de una amiga.

- ¿Pero ya vienes? Tus papás están un poquito enojados. Nada mas quería avisarte para que… bueno… te apures.

Casandra estaba por contestar esto último, cuando el viejo simplemente la arrimo a su horrible verga. Su distraída cara quiso esquivarla para poder contestar, pero fue sujetada firmemente por el pelo, metiéndose parte de aquel falo a su boca.

Del otro lado el chico explicaba algo entre risas que la colegiala ya no comprendió.

 

- ¿ Cielo Riveros? –escuchó del otro lado del móvil, que todavía tenía pegado a la oreja esperando la urgente contestación.

-Hmmggg… -replico la nena con media verga metida en su boca. Evidentemente, quiso sacársela, pero el pervertido vejete no se lo permitió.

Pero la voz volvía a consultar su nombre, preguntando si aún estaba ahí, consultando también por lo que pasaba. Ella todavía contenía un ápice de gusto por mamar, porque su lengua transitaba por toda la disforme piel del miembro del chicharronero durante las maniobras por querer escapar de ahí. Y entonces, recuperaba un poco su labor, rodeándola conforme podía, soportando la cantidad de saliva, tratando de no ahogarse. El viejo, encontró un placer inesperado, al saberla ahí, a su servicio, espectáculo, además de morboso, divertido, porque la chica trataba de atender a la vez a su compañero de colegio, que se le oía apenas en el celular, repitiendo el nombre de la hermosa nena. Ella, en algún momento se olvidó de que atendía una llamada, pues realizaba pequeños gemidos, cerraba los ojos, como disfrutando aquel acto.

La voz se hizo estentórea del otro lado del aparato, por lo que, en un resquicio de cordura y fuerza, se pudo sacar la verga de la boca. Atendió inmediatamente al amigo, que solo había escuchado ligeros gemidos, los extraños gemidos femeninos de su amiga.

- ¿Estas bien?

- Ehh… Ammm… Si –replico con tono nervioso la nena volviéndose una vez mas ausente a su compañero –Este… ya voy. Tengo que colgar.

-Si acá te esp…

La muchacha había colgado el móvil. Le interesaba mas acabar con esa felación, a trabajarla como se debía, tal vez porque una vez más estaba tan enganchada con todo lo sucedido, que este era su momento o porque necesitaba irse de una vez por todas. La nena luego de unos buenos minutos de chupadas y acaloradas succiones se sacó la verga de la boca, para tomar una bocanada de aire profundo y dar una buena y última maniobra. Casandra introduce de nuevo en su boca el miembro del viejo, y este empieza a palpitar, primero levemente, después más y más fuerte. El ejerce fuerza moviendo torpemente las caderas presintiendo que esto está por terminar.

 

Las manos del vejete se apoyaban en el borde de la cama, como ayudándose para no caer en el abismo. Cierra los ojos, la toma del cabello tratando que se detenga tan solo unos segundos más, deja de mover las caderas contra su boca y luego la emprende con fuerza pues ya no hay retorno. Su acto reflejo fue echar la cabeza atrás y entonces todo fue placer, mucho y desmedido placer, situación que lo llevo al desenfreno absoluto.

- ¡Ooohhh…! ¡Puta madre! ¡Ya! ¡Ya…! ¡Toma… toma cabrona! ¡Aaahhh…!

Enfocó sus ojos hacia abajo y la retina le devolvió una imagen borrosa de ella, que poco a poco se fue aclarando, recobrando nitidez. Seguía chupando, alargando el placer, lamiendo con cariño el sensible glande, apurando las últimas gotas de orgasmo. Parte de su ser rezumaba por las comisuras de los bellos labios, escurriendo perezosamente, la imagen encantadora de toda una mujer, la imagen que viviría en los mejores recuerdos de su tardía vida.

El miembro seguía aun duro, oyéndose el rudo gemir del viejo. La boca de la chica se agitaba pavorosamente; lo sacó lentamente, conservando un color blanquecino, el indicativo de lo que acababa de suceder.

-Aaah que rico la mamas, te enseñaron bien mamasita.

Ella, dentro de sí, reía satisfecha, limpiando con las yemas de sus dedos algo del espesor que cayó en su blusa.

Minutos después, el viejo yacía tendido sobre la cama, se había acostado con las piernas abiertas, sobándose de vez en cuando la panza, así como toda la extensión de su flácida verga.

-Ahora sí, me iré, ¿ok? –dijo con voz tímida que pretendía ser decidida.

El viejo rechisto tan pronto escucho el aviso, pero sabía que ese había sido su acuerdo, ahora si tenía que cumplir, porque además ya no podría soportar otra buena faena.

-Apúrale pues. Antes que me arrepienta.

Ha llegado a su casa. Le ha bastado tan pocos minutos, luego de salir de la casa del viejo, desprovista de su tanga que no se la han devuelto y tampoco se la pondría, luego de ver como Candelario la ha usado como cualquier para limpiarse. Al recorrer las calles se siente desnuda, vulnerable, más cuando una ráfaga fría la ha alcanzado y ha pretendido levantarle su ligera y corta falda. Ha procurado quedase estática y evitar desfiguros, tomando los bordes de la misma y procurar sujetarlos. Volteo a ver si alguien ha conseguido ver algo, pues segura esta que el viento consiguió levantarle un poquito. No concibe a nadie, cada quien parece en lo suyo o es lo que cree. Capta a un par de tipos que miran atónitos. No esta segura de lo que han visto, mas no se queda a averiguarlo porque sake corriendo de ahí.

A su camino todavía encuentra al viejo limosnero, que nuevamente le muestra la fatal sonrisa de un hombre abandonado y una vez mas le mira las piernas conforme ella se acerca. El sigue sentado sobre el piso de la acera, colgando el viejo sombrero, pidiendo ayuda monetaria. Es tan afortunado, con el menear de las caderas de la nena, lo corto de la falda, su preciso Angulo y un soplido fugaz, ha divisado la desnudes de esa intimidad. Hace rato había visto el color durazno de aquella tanga, y ahora esa hermosa abertura y conforme ella pasa de largo, muy distinta e indiferente que cuando había pasado por primera vez, le queda viendo esas desnudas nalgas que se desaparecen de su vista y de seguro nunca volverá a ver a la que considero una gentil, educada y hermosa jovencita y resultó ser una inesperada y descarada zorrita.

Ha tomado el autobús que afortunadamente viene casi vacío. Unos chicos le sonríen, ella les ignora. Aun no cabe en su penumbroso presente luego de que los efectos placenteros han pasado a causa de que ahora tendrá que excusarse con los padres. Maquina una mentira, tal vez sirva, seguramente no. Los chicos bajan, voltean hacia ella una última vez, pero ella ni siquiera les sonríe, mostrándose altanera como no suele ser, pero se comprende pues está sometida en sus prematuras reflexiones. Siente una resequedad, una dureza en la tela de su liviana falda, en gran parte de atrás. Es el semen reseco que por cuestión natural perece y se vuelve solido. Ha sido parte del liquido secretado por parte del enano que había limpiado su verga con la falda de la chica. En realidad, esa misma resequedad la siente por la parte externa de su vagina a pesar de que se ha limpiado un poco. Ha de reconocer que aquel hombrecillo le ha sorprendido, pues ha generado una cantidad importantísima de espeso líquido, más que el mismo Candelario, gran parte depositada en su vientre, que entendiendo lo que significa sabe que deberá hacer algo al respecto. Varias manchas blancas y resecas, estas menos grandes, se denotan en la parte delantera de su falda, las que escurrieron de su boquita cuando le comió, a modo de despedida, la verga triunfal del chicharronero. Intenta rascarlas, a modo de querer quitarlas, incluso usa su saliva, pero es inútil. Tapa esas imperfecciones poniendo su mochila sobre sus piernas; una señora que se ha sentado en los lugares laterales le hacen sentirse acusada.

Al llegar a casa ha recibido el regaño esperado de sus padres. Ella se sienta procurando la compostura de su falda o esconder las manchas en su ropa. Ha tenido que soportar todo, asentir y callar, lo que menos puede y quiere es rebatir al respecto, no tiene ni ánimos ni mucho menos buenas razones. Al final ha sido castigada y ella lo acepta indiferente. Se siente apenada con Armando que ha presenciado los reclamos hacia ella, además de que le ha hecho esperar, ni siquiera hace caso cuando el se disculpa pues se dice culpable de haber generado esa discusión. Ella solo le ha dicho que la espere, que necesita darse un baño, que es lo que mas le interesa por ahora, asearse.

Se ha lavado de manera juiciosa, sin caer en profundas lamentaciones a pesar de que la intimidad de la ducha lo permite. Limpia su cuerpo de toda esa asquerosa saliva varonil, esas costras de semen que permanecían impregnadas en sus piernas, en sus nalgas, incluso lava bien su vagina, queriendo quitar cualquier estrago, más lo más comprometedor, según ella, se halla dentro de si misma, ese fecundador proceso esta por suceder, por lo que vuelve a recalcarse que debe y hará algo.

El joven Armando espera en el cuarto de su amiga. Recorre ese intimo de manera temerosa, no pretende hurgar, mas porque la mamá se pasea por ahí cerca. Observa los libris y cuadernos, asume superfluo que por eso su amiga es inteligente, denota esa decoración que aun posee el toque tierno e infantil, pero sin duda es tan femenino y atrayente, ve posters, las múltiples fotografías de Casandra, las de niña, adolescente y las de su actualidad. En todas se le ve hermosa, atractiva, a pesar de que en algunas muestra el semblante serio, la sonrisa forzada o protocolaria, nada perturba el concepto de belleza, al contrario, se exaltan de manera etérea, única. Observa una libreta, pretende ojearla y cuando lo hace cree ver el sobreestilizado dibujo de un corazón flechado, con las letras 'C y M', pero no esta seguro, porque la ha cerrado de inmediato, su amiga ya ha salido del baño, y entonces toma lugar sentándose en una silla, frente a un escritorio, simulando revisar sus apuntes.

Ver llegar a su hermosa amiga, con el pelo mojado, la cara fresca, cubierta en esa bata de baño, sin duda le hizo quitarse de la cabeza la precisa duda de lo que significaban tales iniciales. Ella pidió más calma, disculpándose a cada rato, con esa dulce voz a la que el joven ni de loco desesperanzaría. Unos minutos más y ella estaba lista, con una blusa abotonada y un short no necesariamente diminuto, pero si insinuoso para todos los viejos que ya la habían disfrutado. Armando por su parte sentía el ferviente, pero a la vez, inocente deseo, la natural atracción que comprendía con tan solo verla caminar descalza, verla sonreír o mirarles a esos ojos que en veces parecían tan distantes.

Atendieron a la tarea, pero era clara la distracción de la nena que se perdía en lapsos las explicaciones de su compañero, mas la paciencia infinita de este le hacia tolerarle todo, hasta esa especie de indiferencia.

- Cielo Riveros -dijo con principios de atribulado nerviosismo y tragando saliva, armándose de mayor valor. - ¿Te... te gustaría...? Este, ¿Irías conmigo mañana al centro? Me gustaría invitarte algo. Podríamos ir a.… a no sé, a ir por unas hamburguesas… aunque no si comas esas cosas, porque, bueno… Oh, oh tal vez quieras ir al cine…

La nena ahora acomodaba un poco de su ropa, eligiendo la que usaría para vestir el resto del día, su perspectiva era distante, tan inadvertida como ausente, pero entendió de pronto lo que en síntesis él quería decirle, así que empezó a compadecerse por la invitación de su amigo.

-Si claro –solo atinó a decir más pronto corrigió. No, osea, no puedo. Mañana viene la familia de mi papa y nos reunimos y todo eso.

-Pero, no es todo el día.

-Se nota que no conoces a mis tíos.

Cielo Riveros noto el tono de desanimo en la xara de su amigo. Su conmiseración por los demás la había llevado a ceder su pulcro cuerpo para saciar los insanos deseos de un par de horribles hombres, que al final de cuentas también se sintió complacida. Pero entendía que Armando era tan ajeno a eso, además de ninguna manera resultaba pernicioso. Bien podía notar ese carácter afable y desinteresado del muchacho, pero era normal sentir cierto nivel de aversión.

-Si quieres... podríamos ir el lunes, saliendo de clases, ¿que te parece? Aunque iríamos rápido porque ya ves... me castigaron jeje...

-No importa. Jejeje -reía nervioso el joven, sintiéndose mas soliviantado, en esa transitoria confianza. –Aunque sea un rato.

El chico no pudo contener su alegría y reía sudoroso, como si se hubiese quitado un enorme peso de encima.

-Hace rato. Cuando te llame, te oías rara, como agitada o algo así. ¿Qué estabas haciendo? ¿En dónde andabas? Me preocupé un poco porque pensé que te andaban correteando o haciendo algo y…

La cara de la nena se ruborizo de inmediato, sabiendo a lo que este se refería, pero evidentemente el chico poco sospechaba de sus aventuras.

-Es que iba caminando rápido para alcanzar el micro y… y además estaba comiendo un helado y por eso sonaba tan rara.

-Ah, con razón… ¿y de que sabor era?

-¿Cómo?

-El helado, de que sabor era.

-Ah sí, era de… melón.

- ¿Y te gusto?

Aquella última pregunta causo un destello en los ojos de la chica, sintiéndose en un interrogatorio, juzgada morbosamente, pensando que algo de querencia había en las ultimas pregunta, como si el supiera algo de lo sucedido, - ¿podría ser así? -pensó, pero pronto reacciono, admitiendo que ella había tenido la culpa al mencionar una situación con un helado.

- ¿Y? ¿Entonces?

- ¿Eh? –la chica le miro nerviosa al no saber contestar una pregunta tan sencilla, que relacionándola con lo sucedido aquello era para recrear un detestable comportamiento. –Eeehhh… sí.

-A mí me gustan mucho los helados. Los de piña con chile, los de choco vainilla… También podríamos ir por uno el lunes ¿no?

-Sí, si claro –respondió con voz tímida porque no podía evitar pensar que aquella relación con el helado era más bien una con esa verga que momentos antes había tenido que chupar.

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Sobre la vieja cama de metal, en ese cuarto que carece de color que no sea el gris del tabicón con el que está construida la casa, ambos cuerpos, cansados, yacían uno junto al otro. Una imagen verdaderamente contrastante: un deforme bulto varonil, su cuerpo se expone sin ninguna fuerza del respeto a la belleza, sobresale esa barriga cual montaña de carne y grasa y las tetillas flácidas que se desparraman por sus costados, ella en cambio exhibe un juvenil ejemplo de belleza corporal, tan simétrico y digno para ser trenzada al desnudo, sus bellos pies, las potentes piernas, el vientre plano, sus soberbios par de pechos y esa carita lozana, encantadora que deduce el alma sensible, pero ahora pérfida,salvaje e insolente. Lo único que comparten ambas figuras el brillo lubrico causado básicamente por el sudor emanado y compartido durante esa sesión emancipada de aducido y burdo sexo.

Con el pasar de los segundos los sentidos de Casandra se vuelven normales, sintiendo los líquidos que resbalan por su vagina, apreciando de igual manera el hediondo, pero indemne olor que emana de todo, en absoluto, cuerpo de su amante, un olor insoportable para cualquiera, ya no para Casandrita que ha adoptado de manera sutil tales inconveniencias.------------------------------

En efecto, los remordimientos hacen acto de presencia en ella cuando el viejo murmura algo ininteligible y resopla muy favorecido. Pero todo se interrumpe cuando de nueva cuenta vuelven a tocar ahora con violencia la puerta. Alguien grita desde afuera, es una voz varonil reclamando la presencia del inquilino. Ella lo ve poniéndose el pantalón de mezclilla mientras sonríe con satisfacción obtusa hacia ella que no hace lo mismo, aun se siente desvanecida en su languidez mental. Candelario saca unas sandalias de abajo de la cama y se dirige a atender, gritándole al otro alguna grosería, aunque nota que el bien lo conoce por la forma de referirse a él.

-Que chingaos quieres -dijo Candelario al visitante.

-Jeje… cabrón. Hasta 'ya fuera se oyen los berridos. Que, ¿ora si te conseguiste una vieja?

-A huevo. Pero que chingaos quieres pinche cabezón.

Aquel, con gran habilidad, sin pedir permiso y por una naturaleza impertinente y entrometida, penetro la puerta y ya se estaba paseando dentro del 'hogar' de Candelario, sin llegar a la recamara donde estaba, aunque trataba de divisarla, quería saber, por natural curiosidad Cielo Riveros, como era aquella que se había atrevido a acostarse con su horrible vecino.

-Eh, eh... Onde vas. Salte cabrón que orita ando ocupado.

-Sí, de eso ya me di cuenta. Te digo que hasta 'lla fuera se escuchó todo. ¿Es una de las de don Chuy?

 

 

-No cabron. Ora si dime, que chingaos quieres que nomas llegas a interrumpir.

-Pos necesito mi caja de herramientas. Nunca devuelves las cosas.

-Ya te las iba a devolver cabron. Namas que no había tenido tiempo. Orita te las traigo, 'perame.

-Ja. Apúrale pues, porque me anda esperando en maestro -dijo el hombrecillo que, por las múltiples manchas de grasa obscura en sus ropas, parecía dedicarse a la mecánica automotriz.

El viejo se introdujo hacia un pequeño cuarto ajeno a la recamara donde departió con tan sublime jovencita. Mas la curiosidad del recién llegado era obvia que el hizo lo propio, de manera cauta para no pelear con su amigo. Se colocó en un ángulo propicio, tenía facilidad para ello. Al principio no diviso mucho, favorecía el hecho de que aquel espacio estuviera solo defendido por una simple cortina que se mecía por el casi inexistente viento. Pero entonces una pequeña ráfaga fue suficiente para descubrirla: era sin dudas la mejor mujer que había visto en toda su burda vida, al menos vista de cerca y en condiciones expuestas. La chica era hermosa, estaba de espaldas, buscando algode ropa sobre la cama, pues se notaba que se estaba vistiendo, peroaun así poseía una figura angelical, divina, una joven dignísima y sumamente atractiva.

Obviamente resulto una sorpresa para el inadvertido pues caía en la cuenta de que tal figura de constitución angelical se había acostado con el adefesio de su amigo, a menos que hicieran otra cosa, pero no era tan estúpido como para resolucionar así. Se rascaba el expuesto cuero cabelludo de su enorme cabeza, que era desproporcional a su cuerpo, no lograba encontrar una lógica precisa que diera con el resultado congruente. De ninguna manera una mujer así tendría siquiera arrumacos con hombres como él o como su amigo, a menos de que les pagaran, pero vaya que tendrían que pagar una suma considerable y seguro estaba que Candelario ni la mitad tenia para conseguirse a una ninfa de tan graciables características.

Su cavilación fue interrumpida por la figura de su amigo que venía con la caja de herramientas solicitada. Definitivamente tenía que sacarse esas mil y unas dudas.

-Oye cabron. No me digas que tú y esa morrita...

 

 

 

-Acá tienes tus cosas. Ya te puedes ir porque...

-No perate cabron. Tranquilo, sss... -dijo el hombre quitándose del hombro la mano de Candelario que lo instaba hacia la salida. -No mames, ¿te andabas cogiendo a ese culito?

-Ya no estés chingando pinche chaparro. Ya, ahí tienes tus cosas. Dices que tenías prisa, ¿no?

-Aguanta pendejo. Mejor dime si tú y esa mamasota... -La negativa expedición de una clara respuesta y el encomio le dictaron que efectivamente Candelario y esa jovencita estaban desde hace rato dándose una buena cogida. -No chingues. ¿Y esa donde te la conseguiste? Porque no son las de don Chuy. Ya pura vieja guanga queda por ahí.

-Que te importa pendejo. Ya deja de estar chingando -expreso en tono molesto, mirando hacia el interior de su casa, con la natural vulnerabilidad que sentía porque alguien más apreciaba lo suyo.

-Oye cabron. Ya dime, onde la conseguiste. Yo quiero una así.

-Pos por ai. Nomas esa valen muy caro.

-Me imagino. Pero que, ¿a poco tienes un chingo de dinero? Si todavía me debes cabron.

-Si. Luego te pago. Si namas son 200 varos.

 

 

 

-Como siempre. Entons que, como le hago, donde consigo una... o cuanto quieres por dejarme un rato con ella. Te doy dos milpas por un ratito con ella.

 

 

 

-No cabron. Esa vieja es solo mía.

 

 

 

-Ándale cabron. Ya ves cómo eres culero. Si bien que te hecho paros, como con el Fino, o con el Concho... o te acuerdas de antier...

 

 

 

-Ya, ya cabron. Ta bueno.

 

 

 

-Entons, ¡¿sí?! -hablo emocionadísimo el hombrecillo.

 

 

 

-Nomas que dos mil como que no...

 

 

 

-Tres en chinga.

 

 

 

-Ora pues. Namas que le vas a hacer como yo te diga.

 

 

 

-Sí, sí, sí. Lo que tú digas Cande. Chido carnal.

 

 

 

-Epa. Dando.

 

 

 

Acto seguido aquel sacaba un arrugado billete de quinientos pesos y se los entregaba a Candelario.

 

 

 

-Eh... quedamos que 3 varos.

 

 

 

-Al rato te paso el resto. Hazme paro. Al rato cobro, no me quiso pagar el viejo por disque falte en la tarde ayer.

 

 

 

-Hm...

 

 

 

-Al rato cabron. No seas culero. Ya sabes que tengo palabra.

 

 

 

-Órale pues -mascullo mirando nerviosamente a la puerta de su habitación creyendo que alguien salía. -Nomas que le vas a hacer como yo te diga, porque se suponía que nomas me la iba a coger yo, pero...

 

 

 

Quedaron platicando y en minutos Candelario daba las indicaciones precisas y necesarias, recalcándolas cada vez para ese inesperado evento, que resultándose beneficioso porque iba a poder cobrar por ello, buscaría una ventaja tal vez incluso adicional.

 

 

 

 

 

 

 

La nena ya se había vestido, estaba sentada en la cama, revisaba de manera ocupada su celular. Había visto la gran cantidad de llamadas y mensajes, la mayoría de su compañero de colegio. Reviso los textos en concreto, en el leyó lo que se imaginaba, que Armando la estaba esperando, consultando si todo estaba bien con ella, donde estaba, a qué hora llegaba y dictados más o menos por el estilo. Ella respondió que ya estaba en camino, que en momentos llegaría, que lo disculpara, porque se sentía responsable con él, más que atosigada por su amiguito. El mensaje era corto y preciso, con eso se sentía poco más aliviada.

 

 

 

En eso, entraba de nueva cuenta el viejo, exhibiendo esa barriga abultada y con la sonrisa en sus chuecos y resecos labios.

 

 

 

-Quiubo mamasita. ¿Por qué te vestiste? Donde vamos, jejeje.

 

 

 

La nena miro con ojos temerosos, aunque con la seguridad de lo que tenía que hacer.

 

 

 

-Ya me... voy -dijo la chica con cara dulce y piadosa, que a su vez y con lo dicho ese rostro solicitaba permiso. -Tengo que...

 

 

 

-A dónde mamasita. Si todavía no hemos terminado.

 

 

 

El viejo se abalanzó, aplastando con su pesado y pegajoso cuerpo sobre la chica que reclamaba su liberación con mayor ahínco que cuando fue tomada para entregarse a este mismo hombre. Le sujeto ambas manos, subiendo sobre la cama, sentándose sobre las piernas para que ella no tuviese movilidad. Empezó a besarle el cuello, ella movía la cabeza desesperada.

 

 

 

-Cállate pendeja. ¿Quieres que te suene?

 

 

 

-No... Por favor, don... Déjeme...

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