Cogida por un viejo 1

Cielo Riveros es cogida por un viejo

Sobre la vieja cama de metal, en ese cuarto que carece de color que no sea el gris del tabicón con el que está construida la casa, ambos cuerpos, cansados, yacían uno junto al otro. Una imagen verdaderamente contrastante: un deforme bulto varonil, su cuerpo se expone sin ninguna fuerza del respeto a la belleza, sobresale esa barriga cual montaña de carne y grasa y las tetillas flácidas que se desparraman por sus costados, ella en cambio exhibe un juvenil ejemplo de belleza corporal, tan simétrico y digno para ser trenzada al desnudo, sus bellos pies, las potentes piernas, el vientre plano, sus soberbios par de pechos y esa carita lozana, encantadora que deduce el alma sensible, pero ahora pérfida, salvaje e insolente. Lo único que comparten ambas figuras el brillo lubrico causado básicamente por el sudor emanado y compartido durante esa sesión emancipada de aducido y burdo sexo. Con el pasar de los segundos los sentidos de Cielo Riveros se vuelven normales, sintiendo los líquidos que resbalan por su vagina, apreciando de igual manera el hediondo, pero indemne olor que emana de todo, en absoluto, cuerpo de su amante, un olor insoportable para cualquiera, ya no para Cielo Riveros que ha adoptado de manera sutil tales inconveniencias. En efecto, los remordimientos hacen acto de presencia en ella cuando el viejo murmura algo ininteligible y resopla muy favorecido. Pero todo se interrumpe cuando de nueva cuenta vuelven a tocar ahora con violencia la puerta. Alguien grita desde afuera, es una voz varonil reclamando la presencia del inquilino. Ella lo ve poniéndose el pantalón de mezclilla mientras sonríe con satisfacción obtusa hacia ella que no hace lo mismo, aun se siente desvanecida en su languidez mental. Candelario saca unas sandalias de abajo de la cama y se dirige a atender, gritándole al otro alguna grosería, aunque nota que el bien lo conoce por la forma de referirse a él.-Que chingaos quieres -dijo Candelario al visitante.-Jeje… cabrón. Hasta 'ya fuera se oyen los berridos. Que, ¿ora si te conseguiste una vieja?

-A huevo. Pero que chingaos quieres pinche cabezón.

Aquel, con gran habilidad, sin pedir permiso y por una naturaleza impertinente y entrometida, penetro la puerta y ya se estaba paseando dentro del 'hogar' de Candelario, sin llegar a la recamara donde estaba Cielo Riveros, aunque trataba de divisarla, quería saber, por natural curiosidad, como era aquella que se había atrevido a acostarse con su horrible vecino.

-Eh, eh... Onde vas. Salte cabrón que orita ando ocupado.

-Sí, de eso ya me di cuenta. Te digo que hasta 'lla fuera se escuchó todo. ¿Es una de las de don Chuy?

-No cabron. Ora si dime, que chingaos quieres que nomás llegas a interrumpir.-Pos necesito mi caja de herramientas. Nunca devuelves las cosas.

-Ya te las iba a devolver cabron. Namas que no había tenido tiempo. Orita te las traigo, 'perame.

-Ja. Apúrale pues, porque me anda esperando en maestro -dijo el hombrecillo que, por las múltiples manchas de grasa obscura en sus ropas, parecía dedicarse a la mecánica automotriz.

El viejo se introdujo hacia un pequeño cuarto ajeno a la recamara donde departió con tan sublime jovencita. Mas la curiosidad del recién llegado era obvia que el hizo lo propio, de manera cauta para no pelear con su amigo. Se colocó en un ángulo propicio, tenía facilidad para ello. Al principio no diviso mucho, favorecía el hecho de que aquel espacio estuviera solo defendido por una simple cortina que se mecía por el casi inexistente viento. Pero entonces una pequeña ráfaga fue suficiente para descubrirla: era sin dudas la mejor mujer que había visto en toda su burda vida, al menos vista de cerca y en condiciones expuestas. La chica era hermosa, estaba de espaldas, buscando algo de ropa sobre la cama, pues se notaba que se estaba vistiendo, pero aun así poseía una figura angelical, divina, una joven dignísima y sumamente atractiva.

Obviamente resulto una sorpresa para el inadvertido pues caía en la cuenta de que tal figura de constitución angelical se había acostado con el adefesio de su amigo, a menos que hicieran otra cosa, pero no era tan estúpido como para re solucionar así. Se rascaba el expuesto cuero cabelludo de su enorme cabeza, que era desproporcional a su cuerpo, no lograba encontrar una lógica precisa que diera con el resultado congruente. De ninguna manera una mujer así tendría siquiera arrumacos con hombres como él o como su amigo, a menos de que les pagaran, pero vaya que tendrían que pagar una suma considerable y seguro estaba que Candelario ni la mitad tenía para conseguirse a una ninfa de tan graciables características.

Su cavilación fue interrumpida por la figura de su amigo que venía con la caja de herramientas solicitada. Definitivamente tenía que sacarse esas mil y unas dudas[p1] .

-Oye cabron. No me digas que tú y esa morrita...

-Acá tienes tus cosas. Ya te puedes ir porque...

-No perate cabron. Tranquilo, sss... -dijo el hombre quitándose del hombro la mano de Candelario que lo instaba hacia la salida. -No mames, ¿te andabas cogiendo a ese culito?

-Ya no estés chingando pinche chaparro. Ya, ahí tienes tus cosas. Dices que tenías prisa, ¿no?

-Aguanta pendejo. Mejor dime si tú y esa mamasota... -La negativa expedición de una clara respuesta y el encomio le dictaron que efectivamente Candelario y esa jovencita estaban desde hace rato dándose una buena cogida. -No chingues. ¿Y esa donde te la conseguiste? Porque no son las de don Chuy. Ya pura vieja guanga queda por ahí.

-Que te importa pendejo. Ya deja de estar chingando -expreso en tono molesto, mirando hacia el interior de su casa, con la natural vulnerabilidad que sentía porque alguien más apreciaba lo suyo.

-Oye cabron. Ya dime, onde la conseguiste. Yo quiero una así.

-Pos por ai. Nomás esa valen muy caro.

-Me imagino. Pero que, ¿a poco tienes un chingo de dinero? Si todavía me debes cabron.

-Sí. Luego te pago. Si nomas son 200 varos.

-Como siempre. Entonces que, como le hago, donde consigo una... o cuanto quieres por dejarme un rato con ella. Te doy dos milpas por un ratito con ella.

-No cabron. Esa vieja es solo mía.

-Ándale cabron. Ya ves cómo eres culero. Si bien que te hecho paros, como con el Fino, o con el Concho... o te acuerdas de antier...

-Ya, ya cabron. Ta bueno.

-Entonces, ¡¿sí?! -hablo emocionadísimo el hombrecillo.

-Nomas que dos mil como que no...

-Tres en chinga.

-Ora pues. Namas que le vas a hacer como yo te diga.

 

 -Sí, sí, sí. Lo que tú digas Cande. Chido carnal.

-Epa. Dando.

Acto seguido aquel sacaba un arrugado billete de quinientos pesos y se los entregaba a Candelario.

-Eh... quedamos que 3 varos.

-Al rato te paso el resto. Hazme paro. Al rato cobro, no me quiso pagar el viejo por disque falte en la tarde ayer.

-Hm...

-Al rato cabron. No seas culero. Ya sabes que tengo palabra.

-Órale pues -mascullo mirando nerviosamente a la puerta de su habitación creyendo que alguien salía. -Nomas que le vas a hacer como yo te diga, porque se suponía que nomas me la iba a coger yo, pero...

Quedaron platicando y en minutos Candelario daba las indicaciones precisas y necesarias, recalcándolas cada vez para ese inesperado evento, que resultándose beneficioso porque iba a poder cobrar por ello, buscaría una ventaja tal vez incluso adicional.

La nena ya se había vestido, estaba sentada en la cama, revisaba de manera ocupada su celular. Había visto la gran cantidad de llamadas y mensajes, la mayoría de su compañero de colegio. Reviso los textos en concreto, en el leyó lo que se imaginaba, que Armando la estaba esperando, consultando si todo estaba bien con ella, donde estaba, a qué hora llegaba y dictados más o menos por el estilo. Ella respondió que ya estaba en camino, que en momentos llegaría, que lo disculpara, porque se sentía responsable con él, más que atosigada por su amiguito. El mensaje era corto y preciso, con eso se sentía poco más aliviada.

En eso, entraba de nueva cuenta el viejo, exhibiendo esa barriga abultada y con la sonrisa en sus chuecos y resecos labios.

-Que hubo mamacita. ¿Por qué te vestiste? Donde vamos, jejeje.

La nena miro con ojos temerosos, aunque con la seguridad de lo que tenía que hacer.

-Ya me... voy -dijo la chica con cara dulce y piadosa, que a su vez y con lo dicho ese rostro solicitaba permiso. -Tengo que...

 

 -A dónde mamacita. Si todavía no hemos terminado.

El viejo se abalanzó, aplastando con su pesado y pegajoso cuerpo sobre la chica que reclamaba su liberación con mayor ahínco que cuando fue tomada para entregarse a este mismo hombre. Le sujeto ambas manos, subiendo sobre la cama, sentándose sobre las piernas para que ella no tuviese movilidad. Empezó a besarle el cuello, ella movía la cabeza desesperada.

-Cállate pendeja. ¿Quieres que te suene?

-No... Por favor, don... Déjeme...

Golpeo una cachetada que en realidad pego en la sien de la mujer, la nena nuevamente se sintió intimidada. Tenía que volver dominarla, atacar los puntos débiles y precisos. Empezó a escrudiñar con su lengua las orejas de la chiquilla, el cuello y por supuesto la cara. La nena apretaba los labios, cuando este busco besar su boca. No tenía ánimos precisos, sentía más incomodidad que cualquier ápice de placer. Aquel metió un par de dedos en su descubierta vagina, pues aún no había encontrado su tanga. Sintió como esos dedos escarbaban en su interior y, dado su elaborado cuerpo dispuesto a la sensibilidad, empezó a sentir cosquilleos cruciales que la nublaron en la fuerza que ejercía su accesible resistencia.

Candelario noto ese efecto y ataco con mayor precisión el lugar donde escrudiñaba, generándole respiraciones muy diferentes y muy reconocibles, características de un sopor extasiado. La nena empezó a cerrar los ojos, a apretar los labios cuando este quería besarla. Mas al sentir el contacto indeseado, pero en el punto correcto, abrió la boca y dejo escapar un gemido el cual no buscaba acallar, dadas las circunstancias con las que ya había compartido con este infausto hombre. Nuevamente sintió un rico apretón y luego otro, pero seguía negándose, trataba de patalear, de ejerces resistencia, pero sus orgasmos la habían debilitado.

En un momento, en el que había abierto los labios y se disponía a reclamar, fue asaltada por el sucio beso del amante que la sujetó fuertemente la cara para que esta no se moviera. Casandra recibió aquel beso absorta e indispuesta, aunque basto un dedeo más para que su lengua dispusiera ese juego lingual, propia de un beso sucio pero apasionado.

A pesar de denotar la indisposición de lamujer, aquella escena demostraba lo contrario: el bulto foto, tan solo cubierto con su pantalón, con su barriga deforme y flácida, sobre el cuerpo de una escultural jovencita, que apoyaba sus manitas en el absurdo y escuálido pecho del hombre, con su falda subida por encima de sus muslos, una regordeta mano esculcaba bajo esta prenda, masturbándola, ambos besándose...

Bien sabía que estaba lejos de sentir lo mismo que hace rato, pero que inminentemente lo sentiría si se dejaba llevar, pero no debía. En su interior, las palpitaciones cansadas querían aparecer, no tanto porque el viejo supiese donde dedear, era más por la conveniente disposición natural del sensible cuerpo de Cielo Riveros.

Ella, en algún momento y escapando del beso no consentido, vio una figura postrada sobre la puerta. Era otro hombre, que estaba con un celular, capturando el momento en el que ella. El tipo miraba con ojos grotescos, vestía un pantalón sucio al igual que la camisa, cubiertas de negras, rojas y cafecinas manchas, masturbándose el bulto por encima del pantalón. Esto la alarmo. Creyó era un intruso y rápidamente exclamo:

- ¡Don Cande! ¡Un... un...!

Ella dudaba como referirse a ese sujeto. La estatura no era propia la de un hombre normal, ni la de ella. Era mucho más bajo que el mismo Candelario, siendo este un hombre de corta estatura. Aquel vendría llegándole apenas al ombligo de la hermosa nena, es decir, aquel era un enano.

- ¡Don Cand...! -volvió a gritar la chica que era interrumpida por otro besuqueo.

Ella volvió a mirar, aquel se acercaba y examinaba la escena, tratando de encontrar los mejores ángulos que estaba captando.

Candelario se separó de ella cuando el diminuto hombre expreso un 'ya'.

- ¿Ya? -consulto absurdamente el viejo semidesnudo.

-Si cabron. Ora a lo mío.

Candelario desdeño el comentario de su amigo, se incorporó frente a la incrédula y desconcertada chiquilla, que apenas.se recuperaba de los magreos, ante la inminente explicación que debería dar.

-Mira chiquilla. Te presento al buen Chimino. Un buen amigo. Y pos... acá al amigo pos... quiere un rato contigo. Y como yo soy rebuena gente pues le di un chance.

La nena no podía creer lo que estaba escuchando. Miraba a Candelario, después al hombrecillo y viceversa, buscando la explicación, la vacilación de todo ello.

- ¡Namas un ratito eh cabron! -establecía Candelario al recién llegado.

-Oiga... No... Yo... Yo tengo que irme. Yo no...

- ¿Ah no? -dijo burlonamente hacia la chica. -Enséñale a esta...

Aquel le mostro el celular a la despavorida chica, que contemplaba las imágenes y un video de su recién besuqueo con Candelario. Si bien no tenía una gran nitidez, bien se podía figurar su rostro, que era lo que más le preocupo. Tal vez en la imagen a ella se le veía forzada, pero bien se notaba como se le veía inhábil ante los besos, como si estuviese disfrutándolos. Además de que ella siendo la única en ese lugar, se sentía bien identificada por esas ropas básicamente, más por ella misma que por alguna otra persona ajena que seguramente tardaría en reconocerla. Mas sus miedos le hacían volverse vulnerable. Ahora luchar contra dos le era plenamente imposible, tenía la cabeza caliente y el actuar con más temple no era algo práctico para ella en este momento.

Escuchaba, sin más remedio y con distancia comprensiva, las explicaciones de Candelario, no sin antes amenazarla recalcadamente con enseñarles tales fotografías a Marcelino más que nada. Y no solo eso, Candelario fue más allá al mencionar que incluso esta evidencia llegaría a manos de los padres de, la nena, que, si bien no los conocían, sería cuestión de una pequeña investigación para dar con esa información. Esto último resigno a la atribulada, muchachita, pérdida en sus, pensamientos, arrepentida de haberse portado bien, de haber cedido y de malditamente haber disfrutado.

Cielo Riveros no dijo nada, realmente no podía rebatir, su actitud condescendía cualquier determinación, aun cuando era en su contra; estaba tan vulnerable como chantajeada, a pesar de la lividez del mismo, su débil carácter en una situación así la desalentaban. Permanecía de pie, en medio de ambos, con la mirada cabizbaja, aun con esos ojitos brillosos que acercaban a las lágrimas, esa nariz perfecta, esos labios que no habían perdido su brillo, todo un rostro atractivo, juvenil. Aun mostraba ese atuendo que le daban un aspecto morboso, sus zapatillas deportivas, esa fada cortita que mostraban sus carnosas y tersas piernas, su blusa que se ceñía primorosamente, dibujando los senos más encantadores e incitadores. Sin duda era una mujer de belleza en máxima definición y alcance providencial.

-Ssss… Mira todo lo que te vas a comer chiquitita, jejeje -había hablado Faustino, agarrándose el bulto expreso por encima de sus pantalones con una expresión desesperada y lasciva.

Cielo Riveros bien noto aquel bulto y le sorprendía que tan diminuta persona pudiera dibujar algo enorme, aunque bien podría ser parte de sus exageraciones. Ella reaccionó cuando sintió que una mano la tentaba por detrás, recorriéndole la espalda llegando hasta el inicio de sus nalgas, pretendiendo llegar por debajo de la falda, cosa que sucedió, pues en minutos ya jugaban con su descubierto trasero y hurgaban en ese su orificio en medio de estas montañas carnales.

Ella se concentró después en Faustino que empezaba a desnudarse de manera rápida, desesperada pero sufrida para la chica. Primero se quitó una sucia playera que pretendía ser de color blanca, denotando lo bastante ventrudo que era para su estatura, tenía una barriga bastante grande, desproporcionada dado el tamaño de su tronco, que prácticamente lo mantenía hacia adelante, dando la impresión d que concebía un embarazo. El tipo era lampiño, conservaba un color de piel bastante opaco, sin llegar a ser obscuro, demasiadas tesituras marcadas en su piel, se notaba que era un hombre de edad madura, quizás no tanta como la de Candelario, pero daba lo mismo. Tenía unas tetillas oblicuas, manchas coronadas por unos pezones peludos, al igual que sus axilas. Brazos cortos pero muy anchos y fuertes. Cuando se quitó el pantalón, fue igual de escabrosa la imagen; unas piernas anchas, aunque cortas, las rodillas bastante marcadas y resecas, las piernas peludas acrecentándose todo ese bello conforme se iba acercando a la base de una verga, que si no tan larga, sí que era bastante engrosada, muy oscura y bien defendida por un más de marañosos vellos, gruesos y crespos.

Creía entender el por qué Candelario se refería a él como cabezón; realmente tenía un cráneo bastante más grande que el resto de su cuerpo, solo comparado con el tamaño de su barriga. La cara del tal Faustino era la de un tipo ensordecido, desquiciadamente emocionado. Tenía una nariz corta pero achatada, todo el cuello abotagado y lleno de curiosas manchas, mejillas abombadas que despedían una barba recién cortada, cejijunto, unos ojos grandes, unos labios de igual tenor y un escaso pelo muy mal ondulado que portaba todo desmarañado, reseco y muy grisáceo.

Candelario hacía lo propio, quitándose lo único que se podía quitar, sus sucios pantalones. Pronto le arranco la blusa, dejándola solamente con ese sostén y la corta falda.

-Tu flojita y cooperando. Vas a ver como la vas a gozar otra vez, jejeje.

Faustino al ver tan despampanante cuerpo semidesnudo, se pelaba la verga a una velocidad exagerada, que expresaba más que su emoción, su desesperación por poseerla, emitiendo una sonrisa enfermiza, aunque picaresca dadas sus grotescas facciones, mostrando una dentadura completa, aunque bastante desalineada, dada su deforme mandíbula.

-Qué bonita morrita- dijo el enano, acercándose al delicado cuerpo juvenil, poniendo una de sus arrugadas manos en los muslos de la joven, que así vez se hizo para atrás por la repulsión que sentía de forma natural, pero tan solo logrando chocar contra Candelario, sintiendo la enhiesta erección que el otro ya asumía.

Este último tomó a la nena de la nuca y se abalanzó sobre sus tiernos labios de forma desesperada, besándola con esa torpeza característica, pero con mucho fervor. Al mismo tiempo, el enano lamía las piernas de Casandra, metía sus manos por debajo de la falda, descubriendo esa atrayente desnudez. La bella mujer hizo por cerrar las piernas y al mismo tiempo la boca, pero era completamente inútil, sus extremidades eran insuficientes para repeler tan indeseadas caricias. Permaneció quieta, ya se había resignado, esperando a que todo esto pasara rápido.

Candelario se separó del ardiente beso, más por el reclamo de su amigo que pedía parte en la acción, cosa que al viejo poco le importaba. Sus ladeados labios se veían humectados por la juventud que expedía aquella jovencita. Cielo Riveros mostro el gesto que atribuía le había gustado ese beso, dado que con su lengüita recorrió el contorno de sus labios, recorriendo la asquerosa saliva que se escurría. Faustino seguía en la imperiosa labor de lamer y lamer cada centímetro de blanca y tersa piel, accesibles en esas juveniles piernas; su lengua resbalaba cual gusano vil y nauseabundo que dependía de ello para sobrevivir.

Candelario atoró sus dedos en el sostén de la chica, quitándoselo prácticamente de un solo movimiento, liberando ese par de esféricos atributos dignos para amamantar. El viejo se abalanzó sobre los paraditos pezones que expedían un brillo espectacular. Con una mano amasaba uno de ellos y con su boca chupaba el otro indefenso. Cielo Riveros sentía cierto nivel de placer, al estar sobre ella dos babosas lenguas, manipulándola, jugando con su cuerpo, olvidándose de la naturaleza de aquellos quienes la sentían, cerrando los ojos. Indecisa que hacer con sus manos, acariciaba su cabello, apretaba los labios, queriendo evitar que se escapase ese gemido revelador.

Faustino, rápidamente, se metía sobre esa falda, tenía la facilidad para ello, alzándose apenas un poco, para esculcar con su lengua el abandonado culito de la mujer.

Candelario se separó de ella, instando a su compañero a que hiciera lo mismo, exponiendo a la par, sus asquerosas y malolientes atributos, una más larga que la otra, en cuanto al grosor eran prácticamente indiferenciables.

-Ora si mamacita, mámalas- ordenó Candelario.

veía Cielo Riveros esos dos trozos apuntándola de forma amenazante, intemperantes, bombeando de manera poderosa, pareciendo querer reventarse a punzadas. Le sorprendía de Candelario pues recién había tenido una rica faena con él y ya estaba recuperado. Por el otro lado, desmeritarle por la estatura sería un error para ella, aquel miembro estaba potente y rígido, aunque su portador era sencillamente horripilante para poder alabarlo tan solo por eso, pensaba. Cielo Riveros

Los hermosos ojitos de la colegiala aun examinaban con timidez natural aquellas adefesios formas. Su boca temblaba, se deformaba de forma sensual. Percibía los aromas bestiales, tremendamente fuertes y asquerosos, pero muy térmicos. En su cuerpo recorrían vapores deliciosos que subyacían la evidencia antiestética. Así que se dispuso a arrodillarse, nuevamente sentía el rugoso suelo bajo sus rodillas. Una vez en posición, acomodándose el largo cabello hacia atrás, en una cuestión muy selectiva, su manita derecha se levantó y se aferró a la verga de Candelario; podía sentir las pulsaciones en su sensible mano. Acercó tímidamente sus labios y ya sin pensarlo demasiado la engulló, sabia como hacerlo, pero resultaba verse de manera tan golosa y ahí la retuvo por un buen lapso. En su atribulada mente, as cosas no estaban tan claras, pero ya no admitía auto conmiseraciones, tan solo se dedicaba a trabajar los estímulos lúbricos que a ella tanto le costaba detener. Entonces, sin mostrar ningún tipo de asco, a ese tipo que prácticamente la secuestró y que se había portado con ella como el peor de los patanes a esa especie de verdugo suyo y con quien había disfrutado recién, comenzó a mover su humedecida lengua, de forma delicada, por todo el contorno de la apestosa cabeza de ese descomedido instrumento genital.

-Ooofff…-exclamaba el viejo que descubría lo bien que se sentía, incluso pensando en porque ella no lo había hecho desde esa primera incursión.

-Acá hay otra mamasota –pronuncio con avidez un desarticulado Faustino.

Cielo Riveros escuchó, pero no volteo a verle. Busco esa verga, pero quiso buscarla a la misma altura que la de Candelario, encontrándose con la cara de Faustino, comprendiendo las limitantes físicas del enano. Así que, a simple tacto, fue bajando poco a poco, recorriendo los crudos relieves del hombrecillo, encontrándose con ese reseco cuero que cubría su abultado estómago, encontrando esa maraña de pelos e inminentemente, el grosor potente que este manejaba. Comenzó a masturbarle, de dicha erección escurría una gran cantidad de líquido pre seminal, viscoso, aunque realmente pareciera que estuviese orinándose.

-Aaaaaahhhhh, que rico la sobas mamasota. Tremenda morrita, que manita… suavecita, suavecita… -exclamaba Faustino, que, con todo ese recorrido de esa mano izquierda, estaba mucho más extasiado, comprendiendo aquello como una caricia celestial que la nena le estaba brindando.

aún Cielo Riveros seguía en lo suyo. Su actividad cerebral aumentaba al tener que realizar dos maniobras, que a su vez alteraban su grado de temperatura carnal. La boca de la jovencita se inundaba inminentemente de líquido naturalmente desechado de esa vieja verga. A veces era tanto que incapaz de mantener tal cantidad en su boca, que, para evitar ahogarse con la mismas, terminaba por tragarse esa salada secreción, a parte de las que escapaban por sus comisuras, sintiendo en su garganta como bajaba gran parte de este baboso líquido, atorándose un poco en su garganta debido a la propiedad viscosa, tragando un poco más de saliva para terminar de impulsar hacia su estómago todo aquello.

-Que rico la mama esta putita –decía el malsano chicharronero.

-Pos a ver, deja que me la chupe un rato. Ya me toca cabron.

Candelario, que muy a su pesar y la inconveniencia de seguir disfrutando ese trabajo lingual, poco a poco sacó su verga de la boca de la hermosa chica, ya que se denotaba lo entretenida que estaba con ese trabajo mamatorio.

-Mámasela a ese pinche enanito, jejejejejejeje –mandaba Candelario hacia la agitada chica que tan solo hacía por ver aquellas feas figuras, flanqueando su hermoso cuerpo, a la espera de satisfacerse de ella, meneando la boca al sonreír con gusto excesivo, respirando pesadamente y mascullando palabras majaderas.

Así, Cielo Riveros pretendía hacer lo mismo que había hecho con Faustino, más la estatura de este hacía difícil la maniobra. Candelario se burló de su amigo, ordenándole que se subiera a la cama, para hacerle más fácil la tarea a la nena que había optado por agacharse. El tipo subió torpemente a la cama debido a sus extremidades, que el hecho de estar tan anchas por grasa acumulada hacia un más difícil la labor, pareciendo un bebe que usa pañales y pretende subir un peldaño. Candelario reía a carcajadas, definitivamente la escena era chusca, aun para Casandra, que también se componía a ver esas horrorosas pieles del hombrecillo que le causaban una especie de total desagrado, pero ya bien sabía que debía continuar. Una vez acomodado Faustino en la cama, fue Cielo Riveros acercándose poco a poco a él. Tenía cierto nivel de calentura, más la elevación de este se había detenido, Jamás en su vida, aun en sus mórbidas imaginaciones creyó compartir un espacio de lujuria con tan particular naturaleza de hombre.

Poco a poco llego hacia él, mientras contenía era una curiosidad a lo que causa temor, a eso que aun cuando más parezca repugnante más se consigue un morbo por el solo hecho de tantearlo. Un grito de Candelario para que se apurara la puso en alerta. Sus movimientos se agilizaron, como bien decía su padre: a mal paso, darle prisa. Toco el abultado estómago, palpando un absceso terrible en el costado izquierdo, de tipo varicoso, como delgadas entrañas quisieran escapar de su cuerpo. Eso era una imagen violenta para ella, pero decidió continuar. Tentó esa gruesa carnosidad que palpito violentamente apenas al contacto, tanto que hizo que ella retirase la mano por el aspaviento. Al no denotar algo más, volvió a tomarlo, esta vez cerca de la base, donde menos era posible para su manita circuncidar tremenda envergadura, rechoncha y arrugada, con un glande brilloso. Al intentar acercar su boca descubrió con el olfato esa peste esencial de una verga sucia. Le vio los pelos resecos que cubrían esa misma base, pelos ásperos y cafecinos. Nuevamente acerco su boca, esta vez, muy lentamente. Candelario la empujo, sin llegar a repegarla a este hombrecillo, detestaba la indecisión en la que había caído la nena. Faustino estaba apoyando sus cortos brazos sentado en la cama, contemplando la angelical cara que se enfrentaba a su orgullo carnal. Cielo Riveros sin pensarlo más acerco sus labios. Cerro los ojos y se metió el trozo del enano, empezando con recoger un grueso hilillo de líquido pre seminal que colgaba de este, hasta llegar al glande y enroscar su lengua alrededor suyo. Faustino aguanto estoico, apretando el mismo su verga; casi llega a correrse al sentir como tremendos labios le estaban humedeciendo la verga. La nena bien lo advirtió pues sentía como esa verga brincaba de emoción. Aquel, con esa constitución digna de espectáculo de circo de añejas décadas, parecía cual niño que recibe su regalo de cumpleaños, con una cara nada infantil, era de lo más grotesca, con los ojos más engrandecidos, apretando sus desalineados dientes, arañando las cobijas sobre las que estaba sentado.

-Mírala, pero que puta… se ve que te encanta la verga jajajaja –bufaba Candelario.

Cielo Riveros estaba ignorando tales denigrantes insultos, ya no tenía caso poner a defensa su dignidad. Estaba centrada en su labor, incluso se ayudaba masturbándose un poco, lo necesitaba hacer, bien le había servido para soportar el primer contacto que había tenido con Candelario. Era inminente que empezara a sentir ciertas cosas al estar estimulándose; de su boca al emitía ligeros gemidos, murmullos ligeros, sonidos succionadores y mojados, mientras meneaba su cabeza para realizar correctamente tales chupadas.

Al mismo tiempo procedía a masturbar la verga de Candelario, usando una de sus manos. Era un modo de distraerse; aquella gruesa verga despedía un olor bastante insalubre, como si este no se bañara, además, o era su turbada imaginación, tenía un olor muy raro, bastante salado y con olor de orines muy latente. Cerraba los ojos, tratando de que sus sentidos comenzaran a distorsionarse por completo para ser más pasadero el perturbado asalto a los mismos. Se relamía los labios cada vez que podía, sintiendo el salado sabor del líquido pre seminal. Para pasarla mejor pasaba su boca de un miembro a otro, ensalivándolos y mezclando dentro de ella el sabor hediondo de ambas vergas. De sus labios caían cantidades seria de saliva que mojaban sus blancas tetas, lubricándolas por así decirlo.

El par de afortunados, de figuras aberrantes, uno más que el otro, permanecían soportando el trabajo lingual de tan suculenta joven. Faustino acomodaba los mechones necios que caían sobre la frente de lamujer, acariciándole la cabeza al mismo tiempo. El otro seguía inmóvil, orgulloso, descansando sus manos en sus lonjas, equilibrándose con ello.

-Ha de saber bien rica la zorrita de esta morra- expreso Faustino.

-Jaja… allá tú si no aprovechas.

-Ah, como de que no. Échamela y vas a ver.

Cielo Riveros fue forzada a levantarse, aun cuando se tragaba la verga de Faustino, una vez más interrumpida. Fue acomodada sobre la cama, Candelario yacía tras ella, sosteniéndole los brazos, ordenándole que abriera las piernas que ella casi con docilidad hacía, mostrándole a Faustino tremenda panochita, exquisita, tierna y brillosa por sus fluidos femeninos. El pequeño sujeto de una se dejó enterrar su arrugada y gruesa cara en ese ángulo divino, clavando su boca en esa intima de la jovencita, que miraba las curiosas peripecias de ese aterrador ejemplar humano.

El robusto y corto sujeto, comenzó a lamerle de manera aterradoramente voraz la panchita de la joven, pasando su lengua por toda la extensión, que destellaba los hermosos pliegues juveniles, haciendo que Cielo Riveros comenzara a presentir el devenir de gemidos placenteros, que revelaban la facilidad para adquirirse en niveles de barata calentura. Debía admitir que ser devorada de esa manera era una forma muy asequible para lograr en ella un éxtasis superfluo.

-Que rico sabe mamasita. Luego luego se ve, que rica esta tu panochita… -Faustino fabricaba glutinosos sonidos al comerse el degustable sexo de la nena, con los labios mojados de los múltiples líquidos vaginales de cielo Riveros.

 

Faustino enterraba su desabrida boca en los dibujados albores de esa jovial cueva femenina, impregnándola de sus babas y tratando devorar los jugos que escurrían de esta, que no concebía ninguna fecha que se pareciese al evento que ahora disfrutaba. Definitivamente comprendió que a ella le estaba gustando, por lo que emprendió una chupeteada más importante que las anteriores, como intentando succionar todo ese complejo aparato reproductor femenino. Entonces candelario, que estaba más al pendiente del tiempo por el que su amigo había pagado, insto a que este apurara si quería disfrutarla. Así que se acomodó entre las carnosas piernas de Cielo Riveros con la intención de penetrarla.

La mujer veía con ese existente terror como ese adefesio natural se le acercaba de apoco, acomodándose junto a ella y no solo eso, alcanzándola justo para llegar a su boca, recibiendo esos negros labios, realizando un malsano beso, sintiendo una larga lengua que la esculcaba casi queriendo llegar hasta su garganta, provocándole, además de el asco de sentir el ácido hedor de una boca poco aseada, ganas de vomitar. Era un auténtico reto soportar la repulsión que generaba un sujeto así.

Parecía que este hombre se estuviera comiendo esa boquita como si de ello dependiera su vida, incluso lamía como desesperado la tierna cara de la colegiala, humectándola con varias capas de saliva, que escurrían de ese hermoso rostro. Al tiempo, empezó a tallar su revestida verga sobre la humedad de la nena, movimientos oscilatorios que generaban lubricación en los muslos internos de la jovencita, compartiendo el inminente calor, generando ese puente lubrico entre los muy contrastantes cuerpos.

-Ora si morrita, a darle. Vas a sentir lo que es una rica verga en esa rica panochita –exclamaba el enano, a tan solo milímetros de la boca ya desaseada de la nena, por el evidente hecho de haberse introducido ahí un par de vergas.

La nena miraba con desdén, más que nada soportaba el aliento penetrante y fuerte que salía de esa boca infame, que habían jugado con la suya. Sus ojos se entreabrieron y finalmente tuvieron bien a expandirse cuando el asqueroso hombrecillo le había atravesado de un solo empujón esa gruesa verga, que gracias al trabajo previo de lubricación había resbalado muy bien. Sentía que gran cantidad de pelos se habían metido incluso, por una intensa sensación de cosquillas en las paredes limítrofes de su vagina. Aquello llegaba hasta lo más profundo que podía llegar, pero también la ensanchaban más de lo que había sentido con Candelario. Aquel con todo y sus limitantes para moverse con buen estilo, empezó a menearse, incluso pareciera que se estuviera meciendo sobre la anatomía de Cielo Riveros, ya que sus pies de pronto quedaban fuera de su base de apoyo, cuando intentaba tomar vuelo y embestir a esa voluptuosa y perfecta anatomía de la mujer.

-Siii… Siiiiiii… Siiiiiiiiiiii… Que riiiiiico…. Siii…. Ooooooh…. Que rica putita, como aprieta la canija…. Ahhhhh….

Cielo Riveros odio ver a ese decrepito sujeto, ese asqueroso rostro apagado y escaso de vitaminas o hierro, que jadeaba y realizaba sonidos bastantes perturbadores, profiriendo sonidos confundidos con su manera de respirar tan trepidante, esforzándose con mantener el ángulo preciso. Ella mostraba sus tiernos ojitos, cautivando al enano con su mirada tan inocente y altanera, que resistía sus propias reacciones, pero que desequilibraba al pobre Faustino.

El adusto hombrecillo vertía cantidades seria de sudor a través de sus múltiples poros, que recorrían el corto de su abultado cuerpo, escurriéndose hasta caer sobre el cuerpo de cielito.

-Hey ¿Te está gustando verdad chamaquita? –departió Candelario acercándose a la sensual mujer que mantenía los ojitos entrecerrados, moviéndose las bonitas y largas pestañas, y frunciendo el ceño, como si le doliera de repente. –¿Te gusta cómo te la mete este feo chaparro verdad? Eh, putita, ¿te gusta la verga de los enanos? Jajajajaja.

Cielo Riveros preferiría ignorar tales cuestionamientos, estaba todavía apercibida de admitir tal calamidad.

-Jejejeje, mira nomas, como te lo estas disfrutando. Si ya decía yo, tu naciste pa comer verga, jajaja. Mira que coger con un par de culeros como nosotros… Jajaja…

-Mmmnoo… -trataba de replicar rápidamente la chica, tratando de rehuir al hecho irrefutable –ust… nooo…

-Jajaja… como de que no, jajaja… -exclamo atento el viejo chicharronero.

Irónicamente, la chica negaba con la cabeza, pues el sonido húmedo de aquel mete-saca y su respiración trémula la contradecían completamente.

- ¿Y porque estas tan mojada? –reclamo Candelario, con cara socarrona hacia la joven victima que preferia evadir cualquier mirada.

-Nooo… nooo… noommm… -dejo escucharse de entre las exhalaciones de la joven.

Faustino, en tanto, no paraba de penetrarla, alcanzando una habilidad admirable, dado lo limitado de su cuerpo, acumulándose en esa cavidad húmeda de Casandra una gran cantidad de sensaciones liquidas, por cada empuje que este le acomodaba, incluso bastante irreconocibles para el, pues vaya que resultaba ser la experiencia mas increíble de su miserable vida.

-Si mi vida, ya di que te gusta –intervino Faustino. –Mira nomas, si aprietas bien rico mi vida. Tas hasta sudando mamasota. Pa que te haces, a ti te encaaaaanta la verrrga miamorrr…

-Nooooo, no es así… ohm… aaayyy… nooo… por favooorrr

-Mírala, como brama como perrita, jajaja –declaro astutamente el enano que la comía con sus ojos saltones. -Jajaja… bien que te gusta. Tú me gustas un chorro. ¡Nunca había tenido a una morrita tan buenota como tuuu…!

Con esto último dicho el hombrecillo aceleró aún más sus turbios y aplicados movimientos. Casandra se delataba cada vez más, no podía competir contra la fuerza más adecuada para la situación. Las embestidas eran tan intensas y constantes, a pesar de las peripecias del enano, que parecía como si estuviera siendo cogida por una especie de máquina inagotable, aquel tan solo aumentaba y mantenía ese ritmo. Se escuchaba el característico golpeteo de ambas pieles al contactarse, los pujidos de dolor que soportaba esa jovencita, el presente placer a través de avergonzados gemido, la agravada voz flemática del enano que gemía gozosamente y la risa burlesca Candelario que disfrutaba como violentaban a tan hermosa jovencita.

La velocidad con la que el asombroso Faustino deslizaba la verga logro arrancarle los gustosos suspiros a la colegiala, mientras se apoyaba en la breve cintura de la nena. Rozaba apasionadamente el sensible y extasiado clítoris, haciéndola abrir los ojos, ya emitiendo gemidos de un carácter orgásmico, ya tan cerca del añorad clímax.

-Aaaaahhhh… que rico apretón –exclamo de repente el enano con sofoco y al límite posible –Pinche morra, aaaaahhh… puta… como aprietas…

-Aaahhhhh, aaahhhh… Mmmmm… - gritó de pronto la joven al borde del orgasmo, apretando los mulsos, tratando de deshacerse del pequeño cuerpo que la penetraba, mas prácticamente Candelario alentando a su socio.

-Dale chaparro, ya la tienes, ya la tienes… dale, dale duro cabron, que sepa quién manda… -secundaba Candelario disfrutando la evidente flaqueza pasional de la nena.

Aquello era una tortura demencial para el pequeño sujeto, buscaba distraer su mente para evitar ceder, trataba de pensar en cosas extrañas, horrendas, incluso aburridas, cualquier evento que fuera lo sufrientemente perturbador para no llegar a su propio clímax, pero que no fuera prejudicial para su erección; mas, para oportunidades como esta, es imprescindible estar preparado, y el definitivamente no lo estaba ni cerca.

- ¡Aaaahhhhh, hmmmm… hhhmmmm… me venggoooo, me venggoooooo! ¡Aaaaaaahhhhhhhmmmmmmm…!

Ese fue la exclamación que de pronto y sin mas atajos dio el hombrecillo. La chiquilla estaba en pleno trance orgásmico, apretando sus potentes piernas, contrayendo con sus músculos esa erección que la atravesaba, amenaza alterna para su perpetrador.

Por su parte, llevó uno de sus guangos brazos para afianzar de su espalda a la nena, picándole su pecho, podía notar la agudeza de los duros pezones, la suavidad de una mujer joven; la pareja estuvo unos minutos así.

El aun empalmado enano seguía con su verga bien escudriñada dentro de la chiquilla, para poco a poco volver a ponerse flojita y exhalar un prolongado suspiro.

El depravado hombrecillo. Estaba mucho más que contento, se sentía revitalizado por esa victoria que atribuía completamente suya, sintiendo el correr de los fluidos vaginales de la chica por todo el grueso de su verga, escapándose hasta sobre la cama. Saco su endurecida verga, de la cual escurrían diáfanos flujos que la envolvían como si estuviese rebosada.

-Vele viejo… Así se hace –dijo con la voz acortada y muy cansada como el que corre la maratón.

-Jajaja, si no aguantaste nada, jaja – replico burlón Candelario.

-Pero ¿Si viste cómo hice que se corriera? Si te digo y no me crees. Ah que rico, casi me haces que se me salgan hasta las tripas pinche morrita. Hmmm… -dijo recogiendo con sus dedos un poco de ese flujo que corría en esa vainita y llevándosela a la boca, como favoreciéndose de los sabores de esos líquidos entremezclados. –Que rica sabes mamasota.

La mujer  aun no despertaba de su estado orgásmico cuando ya era puesta en cuatro puntos y no era precisamente para estar orientada a chuparle la verga a Faustino que se había echado de espaldas, abriendo las cortas piernas y esperando la obra sexual de la chica, pero todo parecía dispuesto así. En realidad, Candelario se acomodaba tras ella, parándole las nalgas, pero sin pretender penetrarla. Tan solo vigilaba que ella se comportara atenta a sus requerimientos.

Cielo Riveros se comportaba autómata, mirando al enano, estableciendo conexión con ese grosor viscoso, mojado, y metiéndoselo, sin más, a la boca.

Se había comido más de la mitad de la tranca, respirando todavía agitada, exhalando sonidos conciliatorios, soportando ligeras arcadas al tragar tremendo grosor, soportando el olor nauseabundo que llegaban hasta su perceptiva nariz, en donde también se escabullían los crespos pelos de la verga del enano.

-Aaaaahhhh... -suspiraba Faustino aun con la verga sensible, el alma dichosa y esa mente pervertida. -Límpiamela, aaahhhh... Eso es mamasota. ¡Déjala limpia...!

Cielo Riveros procuraba hacer tan solo su dedicado trabajo, esforzándose por terminar de una vez por todas con él, incluso pensaba en vaciarlo de una vez, entendía que con eso se calmaría seguramente. En su derretida y más ligeramente palpitante vagina sentía el restregar de la verga de Candelario, tan grande y tan caliente como al principio. Cuanto agradecería que se la metiera de una vez, su vagina estaba templándose, pero con esos restriegues masturbatorios tan solo la calentaban. Mas no sucedía, el chicharronero solo se divertía mirando a la jovencita, dirigiéndole cualquier cantidad de murmurios soeces y alentadores.

Así que de forma muy decidida comenzó a rodear toda la cabeza de ese falo, retirando todo el líquido que lo cubría, sus propios líquidos y unos cuantos que escurrían de ese negruzco miembro. Tragaba con un repulsivo e inédito gusto todo cuanto podía entre su saliva y los líquidos salados. Rápidamente se la había sacado de su boca, para contemplar su propio trabajo; un hilillo muy denso quedaba conectado entre sus labios y la gruesa verga. Miraba con ojos que tenían la facilidad de verse altaneros, retadores que no la desmeritaban, al contrario, la hacían ver tan sensual. Ahora bien, era una muestra de su desquitado orgullo por tener que chupársela a un ser tan repugnante que la, miraba lujurioso y enajenado orgullo, tan solo ella se imaginaba con la cabeza hundida en esa mata de asquerosos pelos, haciendo lo que otra chica jamás en su vida haría por cualquier cantidad de dinero. Ese nivel de perversión era tan único que de alguna manera su mente admitió que resultaba mucho más agravado, y por ende mucho mejor, que en sus cómodas fantasías cuando se masturbaba a solas en su cuarto, imaginándose con cualquier cantidad de sucios pervertidos.

Volvía a metérsela en la boca, sin procurar metérsela toda, pero Faustino la tomó de la cabeza para que esta lograra tragársela toda casi de manera profunda, instando llegar a la base. Casandra creía ahogarse, lagrimas tenues resbalaban por sus mejillas ruborizadas, sintiendo como le movían la cabeza de atrás hacia adelante, luego alguien la empujaba la cabeza arremetiendo contra esa maraña de pelis, sintiendo como todo ese grosor ocupaba el ancho de su boca, sintiendo como le faltaba la respiración. Con gran esfuerzo se retiró el miembro de la boca, carraspeó gravemente, lagrimeando y escupiendo un poco, envuelta en las risas burlonas y placenteras de los adefesios aquellos.

Aun no se recuperaba cuando fue empujada al culo de Faustino. El alzaba las piernas con las manos. Candelario llevo las manitas de la chica para que relevara al hombrecillo pues con su estatura no conseguía realizar una buena postura. El enano.se recostaba, improvisando una almohada y acomodando su cabeza, mientras la nena le abría las cortas piernas y así exponía el culo.

Nuevamente fue empujada por Candelario. Ella de por si estaba completamente enganchada a pesar de sus incomodidades. Mas al caer sobre ese trasero algo se disipó. Su bien ya había esculcado en un orificio anal, encontrando un particular y turbado entretenimiento en ello, le hubiese gustado hacerlo por ella misma. Era una repulsión aún más tremenda, ver ese culo aún más ennegrecido que todo el apagado cuerpo del enano, plagado de pelos y muy ancho.

Fue empujada de nueva cuenta, cuando aún analizaba aquella área cubierta de ciertas costras antihigiénicas y recogía de manera delicada su negro y fino cabello. Su nariz rozo aquel orificio, descubriendo un aroma bastante desagradable que le provocaron una arcada instantánea, tan frecuente pero tan endeble como para hacerla vomitar; pareciera que sus sentidos fuesen destinados a padecer y merecer este tipo de calamidades. Candelario exclamo una especie de insulto o amenaza, mas era la impaciencia lo que la, ponía a trabajar. Su lengua se iba acercando tímidamente, ampliando el ángulo tomando las gruesas, pero livianas piernitas del enano. Cuando hizo contacto descubrió un sabor salado y rápidamente retiro su lengua. Faustino apenas sintió el contacto, se sobresaltó de tal manera que, además de un espasmo sobre su corto cuerpo, sin poder contenerse despidió una sórdida flatulencia casi a la cara de Casandra, que afortunadamente estaba lo bastante retirada como para aspirar el contenido gaseoso completamente. Pero bien pudo percibir tremendo olor, haciéndose a un lado, mismo notado por Candelario que reflejó con cierto enojo su natural asco.

-Pinche... puff... Pinche marrano...

Candelario expresó de inmediato un gesto de asco soso por la inesperada acción de su enano amigo, luego ese gesto se volvió en uno de gracia burlesca pues se encontraba un poco divertido por lo bizarra de esa escena. Recompuso y acomodó esa sensual anatomía femenina; la volteo para que ella quedase, aun en cuatro puntos, con la concha expuesta hacia el agitado Faustino, que de nuevo se la metió de un simple empujón.

- ¡Aaaaayyyyy!

La chica gritó muy sorprendida ante la pasividad en la que se hallaba su vagina y recibir así, sin estimulación, ese grueso miembro, haciéndole que olvidara lo asqueroso de lo sucedido en afanada labor mamatoria. Esa verga se introducía nuevamente, empezaba a reconocer las texturas, mientras caía en sus vejaciones y el dolor inesperado, que le hicieron soltar unas lágrimas casi tan dolorosas como el ensanchamiento de su vagina, que rehacía una humedad más apropiada. Sus sollozos parecían más bien gemidos, adecuados para el afortunado enano que se envalentonaba para atacar con más fuerza a la hermosa nena.

- ¡Aaaaaaaahhhhhhgggg!

El sonido de la voz estridente lleno todo el espacio de aquel cuartucho, e incluso escapo por los accesos hacia el exterior, donde alguno o algunos incautos pudieron escuchar aquel berrido de macho en celo. El viejo chicharronero lo estaba disfrutando bastante y comprobaba como, efectivamente, el interior de esta mujer era cálido y aprisionante. El vaivén que el proponía era el de un desquiciado, tal cual, pues llevo la mano derecha al aire para propinarle tremenda nalgada a la joven, sin temor ni respeto, acción que repitió repetidas ocasiones, dejándole rojos los finos glúteos.

Por su parte, Faustino se reincorporo de inmediato poniéndose de pie para que su verga quedara a la altura de la boca de la chica; su miembro estaba una vez más firme y contundente, apuntando directamente a ella, así que la labor de la nena era inexpugnable. En la boca de la niña apenas se podía quedar quieto aquel negruzco ser, pues atrás de ella era empujada con desmedida. Así que ella se apañaba, como podía, sus habilidades atléticas desarrolladas, talvez, en el voleibol, salían expuestas, tratando de sujetarse con sus manos, clavando bien las rodillas al colchón, procurando que aquello se volviera una perfecta simultaneidad; Faustino le penetraba por la boca y Candelario hacía lo propio por su calidez carnal.

Cielo Riveros resistía cuanto podía, su conciencia se alejaba poco a poco de ella, lo poquito que le quedaba le hacía sentirse incomoda, pues el vigor de la penetración del viejo era aún mayor que el de su enano amigo. El acto era el de dos hombres sonrientes y una mujer sufrida; de los rabillos de sus ojos discurrían ínfimas cantidades lagrimales cada vez que sus bellas pestañas se estrellaban unas contra otras al apretar sus brillosos ojos.

La boca de la jovencita se desaparecía entre la negrura de la verga del enano; sus rosados labios estaban hundidos en el escondrijo formada por los pelos que cubrían toda la base del miembro de este sujeto, incluso algunos se le metían en las fosas nasales. La garganta de la joven exponía bien su tráquea, y se podía describir como una ligera protuberancia aparecía y desaparecía, subía y bajaba, que era precisamente la verga que se deslizaba a través de ella, todo esto debido al frenético ritmo del bombeo que practicaba el viejo Candelario.

 

El enano con cada arremetida preferia aguantar funcionando como una especie de pared en la que la mujer era impactada, a veces el mismo procuraba empujarse a ella en el momento en el que era empujada hacia él, provocando que Cielo Riveros no tuviera la más mínima posibilidad de sacar siquiera un milímetro ese falo de su boca, aguantando estoica, encorvando lo máximo posible su atlético cuerpo. Pero era tal la fuerza que aplicaba el Candelario que Faustino en varios momentos termino siendo empujado, sin generarle más complicaciones, pero teniéndose que agarrar de los cabellos de Casandra para mantener la verticalidad necesaria.

Evidentemente cuando la chica quería desatorarse le era imposible, apenas creía haber encontrado la oportunidad de, más que nada, de poder sacarse la verga de la boca cuando ya era arremetida. Para ella ya era, más que desagradable, incomodo, la boca la tenía llena de carne, sentía que se le hacía ausente una respiración adecuada. El viejo la agarro de la cabeza y empujo inmisericorde. Ella sentía tremendas ganas de vomitar conteniéndose a cada rato, llorando tan solo.

El enano gritaba como alguien lamentándose, era evidente que estaba a punto de sucumbir en batalla, tratando de resistir todavía más, haciendo fuerza casi sobrehumana, la que no había hecho ni siquiera trabajando. Tanto estaba concentrado en eso que menospreciaba la integridad física de la chica, aferrándose con gran fuerza de los cabellos de la colegiala sin temor a causarle dolor o simplemente arrancárselos de su cuero cabelludo.

Las arcadas, la falta de aire, quería escapar a cualquier otro lugar, mirando a todos los lados posibles, quería liberarse, Casandra estaba a punto de asfixiarse. Entonces con su mano derecha protesto, golpeando con la palma extendida la pierna izquierda de Faustino. De pronto ella sintió que este ejerció más fuerza que nunca, pues sintió el rigor en el jaloneo de su pelo que creyó que la despelucarían. Sintió como aquella polla se mantuvo detenida de cualquier movimiento, notando como algo discurría por su faringe y caía en su estómago. Aquel se había corrido.

Las terribles y lamentables chillidos del enano se apagaban de apoco. Finalmente, con terrible sonrisa, atendió la llamada de auxilio y saco su apestoso miembro de la muy humedecida boca. Mientras le miraba con innatural agradecimiento infinito, así como con el deseo apagado que resume una frustración que aguardara cuando no la tenga como en ese momento, que la veía bastante sometida.

Cielo Riveros expreso un quejido conmovedor, jadeaba apenas para respirar, notando algo viscoso en la boca y que caían abundantes sobre las cobijas, sus propias y copiosas salivas que habían estado lubricando en extremis y parte de la leche que el pequeño sujeto disparo sin cesar.

Candelario observaba desde su perspectiva aquella escena tan candente, sintiendo un dejo de envidia. Así que acelero sus enfermizos movimientos, tomándola de sus cabellos, y atrayéndola hacia él, causando en ella un gemido inevitable.

Faustino respiraba a la par de la mujer, cansado, recuperando el aire, como excitado al verla respirar, su carnosa boca abierta, viéndole los ojos llorosos, apenas un poco de rímel corrido, le fascino verla así, según él, como una puta. Y la beso, no importándole que aquella boca recién hubiese hospedado su propia verga y quedara aun su propio semen.

La chica volvía a sentir el fervor de su calentura, de sus perversas sensaciones. Llorando aun, y con emoción, sentía como devoraban su versátil boca, así que empezó a mover su lengua combatiendo con la otra, compitiendo por quien llegaría más lejos de esas respectivas cavidades. Aun cuando el aliento asqueroso del hombre era bastante insano, no le importo saborear la boca del enano, tentando los relieves dentales, denotando la carencia de algunos, el sabor salado de las encías o el pútrido sabor de esa saliva; absolutamente todo lo contrario para el dichoso enano.

El anciano continúo penetrándola, pero eso sí, bajo la intensidad de su vaivén, una porque sentía que estaba a punto de correrse, pero también porque necesitaba un descanso para los músculos de su pierna, sobretodo porque de pronto sufría calambres propios de la edad y no quería provocar uno justo ahora en el momento más álgido de su otrora miserable vida.


 

 

 


Linea Erotica Z